¿Qué es la felicidad? una perspectiva no tan distópica
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Eran las ocho de la noche cuando regresaba a casa. El frío nocturno me hizo recordar que mi despensa estaba vacía. Precavido, decidí parar en una panadería a comprar pan y leche. Muchos en la ciudad suelen cenar, pero yo tomo lonche. Adquirí esta costumbre de mi madre, aunque al hacerlo ahora, en soledad, no encuentro la calidez o la paz que me generaba hacerlo junto a ella y mi hermano. Sea por qué he sido inducido a sospechar de los alimentos azucarados (mis lonches eran azucarados), o porque es más sabroso ingerir lo que otro prepara a lo que uno mismo se cocina, o por lo que sea, mis lonches ya no son los mismos. El pan con mermelada ya no me transporta al nirvana. Quizá por eso, decidí hacer un cambio. En vez de comprar leche sin lactosa, como acostumbro, compré un tarro de leche Gloria azul evaporada. Hacía más de una década que en casa dejamos de tomar esta leche azul; mi madre comenzó a comprar la leche roja porque supuestamente contiene menos grasa. Cuando hizo el cambio, en aquella época, extrañamente, no sentí diferencia en el sabor. La nueva leche me sabía igual.
Al llegar a casa esa noche, vinieron a mi memoria las palabras de una tendera de mi antiguo barrio, la señora Scarlet, a propósito de la leche azul, “es cierto que es menos saludable, pero, ¡ahhh! (suspiró) es tan rica”. Calenté el agua, me preparé un pan, y combiné la leche evaporada azul con el agua caliente. No le añadí azúcar. Sentía una extraña curiosidad por probar ese delicioso sabor alabado por la señora y que ya no recordaba en absoluto.
Súbitamente, entonces, al probar la leche caliente sin azúcar, ocurrió lo inimaginado; no estaba preparado para esto. Recuerdos fugaces de mi niñez asaltaron mi pensamiento. No sé si tenía 5, 6 o 7 años. Me recordaba recostado en la cama de mis padres, mi madre alcanzome un biberón. Era un niño grande para tomar biberón, incluso en esa época era consciente de ello, pero no me ruborizaba. Esa noche que probé nuevamente la leche azul, sentí el mismo olor y sabor que percibí siendo un niño, hasta recordaba el sabor del chupón de plástico amarillo traslúcido. Y, mágicamente, fui feliz.
¿Qué es la felicidad?
Coincidentemente, pocos días antes de experimentar con la leche azul, había empezado a leer una versión de bolsillo de la novela “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, que me hice en una feria de libros. Lo que me pareció más fascinante del primer capítulo de esta novela fue como, en este mundo futurista, se condiciona a que la gente sea feliz. ¿Es posible hacer eso? Es decir, ¿podemos hacer que los demás sean felices? Alguien podría preguntarse, pues ¿qué es la felicidad? O ¿como puede hacerse feliz a alguien más?
Para nadie es sencillo decir lo que es la felicidad. La mayoría de la gente responde, de modo general, que la felicidad es un sentimiento distinto para cada quien. Pero saber que cada uno siente diferente no nos revela qué es o como conseguimos felicidad. En la novela, ambientada en el siglo 26, la humanidad vive bajo un gobierno biotecnológico1, donde las personas nacen en máquinas de laboratorio y ya no del vientre de una madre. El embarazo vivíparo, en esta nueva realidad, es cosa de animales y salvajes. Las personas son inducidas a no tener hijos. Técnicamente, es una prohibición.
Como verán, en este mundo feliz, las personas no nacen, son ensambladas mediante intervención genética o algún otro procedimiento bioquímico. Desde el aspecto físico hasta la capacidad cerebral, todos nacen con características fijas predeterminadas, que los obligará a vivir en una casta pensada para labores específicas y denominada con una letra del alfabeto griego (sea alfa, beta, epsilon u otra).
Si se preguntan de qué forma intervienen el desarrollo de los embriones, lo hacen a través de las condiciones de oxígenación. Un feto poco oxigenado tendrá daño cerebral posterior, tendrá una personalidad sumisa y será más manipulable para determinadas labores de su sociedad.
— “¿Y con qué objeto lo mantienen en condiciones inferiores? — preguntó un estudiante ingenuo”.
— “¡Estúpido! -exclamó el director, rompiendo un largo silencio—. ¿No se le ha ocurrido pensar que un embrión Epsilon debe tener un ambiente y una herencia Epsilon?”
— “Cuanto más baja es la casta —dijo Mr. Foster— menos debe escasear el oxígeno. El primer órgano afectado es el cerebro, después el esqueleto” (Huxley, 1932, 30).
Condicionamiento
Otra técnica utilizada en ese mundo es el condicionamiento pavloviano. Los amantes de la psicología recordarán a Iván Pavlov (1849-1936), un fisiólogo ruso que descubrió el condicionamiento clásico mientras estudiaba los procesos digestivos en animales. Él se percató que un perro salivaba cuando recibía comida, pero que sorprendentemente también salivaba al sonido de la bolsa de comida o con los pasos del experimentador. Su sorpresa lo llevo a diseñar un experimento para comprender mejor ese proceso. Hizo sonar una campana antes de servir la comida a sus perros. La campana por si sola no provoca que un perro salive, en cambio, la comida, con independencia de otro estimulo, si lo consigue; no obstante, desde el momento en que el sonido de la campana antecedió regularmente a la entrega de comida a los perros, estos comenzaban a salivar con tan solo escuchar la campana. Así, su experimento le permitió reconocer cuatro elementos (Morris, 194):
1. Estimulo incondicionado: La comida. Produce de manera invariable la salivación.
2. Reacción incondicionada: La salivación. Es provocada por el estímulo incondicionado.
3. Estímulo condicionado: Sonido de la campana. Este estimulo inicialmente es neutral, pero al presentarlo repetidas veces junto al estimulo incondicionado, dejará de ser neutral.
4. Respuesta condicionada: Es la salivación como respuesta al estimulo condicionado, en este caso, el sonido de la campana. Al final, la campana, es decir, un estimulo inicialmente neutral, aún si no hay comida, hará que el perro salive, creando una reacción de felicidad ante un “falso” motivo.
Si bien en la obra no se menciona explicitamente, se da a entender que también educan a su población mediante el condicionamiento operante. Este tipo de condicionamiento estimula la conducta voluntaria, como cuando se le quiere enseñar a una mascota a salir de su jaula tirando de un pestillo. El condicionamiento clásico, como acabamos de ver, está enfocado más bien hacia la conducta involuntaria.
La felicidad en un mundo feliz
Como vimos en la obra, los embriones son alterados para tener ciertas características físicas y cerebrales, pero también para tener ciertas preferencias.
— “Condicionamiento al calor — explicó Mr. Foster. Túneles calientes alternaban con túneles fríos. El frío se aliaba a la incomodidad en la forma de intensos rayos X. En el momento de su decantación, los embriones sentían horror por el frío. Estaban predestinados a emigrar a los trópicos, a ser mineros, tejedores de seda o metalúrgicos. Más adelante, enseñarían a sus mentes a apoyar el criterio de su cuerpo”.
— ”Nosotros los condicionamos para que se acostumbren al calor — concluyó Mr. Foster —. Y nuestros colegas de arriba les enseñarán a amarlo.
-”Y éste —intervino el director sentenciosamente— éste es el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que uno tiene que hacer. Todo condicionamiento se dirige a lograr que la gente ame su inevitable destino social” (Huxley, 31-32, las negritas son mías).
Me pareció una conclusión genial. Es posible que nuestra felicidad esté condicionada y, como los perros de Pavlov, ni siquiera seamos capaces de ver donde se encuentra ni por qué es así. Aunque hay quienes dicen que el pasado nos da nostalgia en si y que la felicidad se desgasta inevitablemente, quienes tengan más condicionamientos (recuerdos) que salten y aparezcan en diversos momentos de su vida adulta, ¿tendrán más probabilidades de ser felices? Creo que es una buena pregunta.2 Lo que no sé, es, si este es un buen acercamiento al concepto de felicidad.
No creo que los octágonos nos hayan hecho más felices 😖 |
BIBLIOGRAFÍA
- Huxley, A. (1932) Un mundo feliz. DEBOLSILLO
- Morris, Ch. (2009) Psicología. 13° edición. Ed. Pearson Educación
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1 Existe una analogía popular que nos hace pensar en una aparente ausencia de gobierno en El mundo feliz de Huxley. Leyendo la novela me parece que es un gobierno biotecnológico, pues la bioética favorable a la intervención transgénica ha triunfado.
2 Leyendo unas notas poéticas de Marcel Pagnol, el autor nos da a entender que los humanos tenemos una mirada distorsionada del tiempo vivido. Nos dice: “La razón por la que tanta gente encuentra que es difícil ser feliz, es porque imaginan siempre al pasado mejor de lo que fue, al presente peor de lo que es y al futuro más complicado de lo que será”.
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