Anarquismo y marxismo decimonónicos - divergencia

19:48

 Por: Alex Marcelo Carrillo Díaz. 

Geógrafo

Siempre me ha costado concebir qué es la anarquía. En una oportunidad, hace una década, un profesor me consultó que entendía por anarquismo, a lo que le respondí: “el anarquismo es un movimiento político que plantea acabar con el gobierno del Estado y, en general, con casi cualquier tipo de jerarquía o autoridad social”. A continuación, me repreguntó: “¿y eso cómo se hace?Sinceramente, incluso hoy, no tengo idea.


Por suerte, me he topado con el libro “El anarquismo frente al marxismo y el Perú” de Hugo García Salvatecci. En este ágil y detallado documento, estoy aprendiendo mucho sobre el pensamiento anarquista de sus principales representantes, como Saint-Simon, Fourier, Owen, Proudhon, Bakunin, entre otros, el cual deseo mostrar. Un aporte valioso de esta obra, además, es que contextualiza a cada pensador refiriendo las opiniones que Marx tenía sobre él, tanto en sus coincidencias como en sus polémicas o diferencias. Esta perspectiva me ha permitido entender en cierta medida como el socialismo, en su vertiente comunista o marxista, terminó por convertirse en un movimiento totalitario, que apuesta por la dictadura como sistema de gobierno; mientras que el anarquismo encuentra la dictadura como su antítesis, como su mayor enemigo (o, al menos, eso dicen). La pregunta, por lo tanto, sería ¿Cómo, el socialismo y el anarquismo, inicialmente hermanados, terminaron separándose? Al parecer, todo se debería a los valores que rigieron el pensamiento de sus correspondientes ideólogos, que terminaría marcando el derrotero de sus epígonos.


Para adentrarnos en el tema, en la siguiente exposición, se mostrará las propuestas de los anarquistas, principalmente las que, en mi opinión, son más originales y de más difícil realización; luego se indicará como la tradición intelectual anarquista no comulga con los principios políticos de Marx, específicamente en lo concerniente a la tolerancia, el dogma, la libertad y la violencia.


Proudhon y Marx


1. Godwin (1756 – 1836)


Godwin rechaza el sistema jurídico, vale decir, el Derecho, considerando que las leyes son una forma de restringir la libertad humana, e indica que debemos gobernarnos solamente por “la soberanía ilimitada de la razón”. Considera que el Estado es un producto de la maldad humana y que en el mejor de los casos es un mal necesario. También se expresa en contra de la propiedad privada al ser un obstáculo para el progreso intelectual y moral de la sociedad.


Su pretensión es abolir el derecho, el estado y la propiedad privada a través de la difusión de sus ideas, convenciendo a las grandes mayorías de “sus verdades” a través del diálogo.


2. Saint-Simon (1760-1825)


Aunque Saint-Simon no es considerado generalmente como anarquista (se le considera antes un precursor del socialismo), a decir de García Salvatecci, no se le puede dejar de lado.


Saint-Simon consideraba que la forma como se nos presenta el poder religioso debía conservarse en la sociedad, solo habría que cambiarle el contenido, de tal manera que la liturgia ahora trate sobre ciencia y no sobre relatos fantásticos, mitológicos o sobrehumanos. La adoración al Dios de la ciencia, secundada por un comité de científicos llamado Consejo de Newton, debe ser semejante a la que se tiene por Jesucristo, es decir, con un fervor semejante.


Saint-Simon fue un filántropo -y un tipo un tanto alucinado también (decía que Dios le había hablado entre sueños), se opuso a cualquier forma de violencia, incluso si esta fuera usada en aras de su programa político. Se dice que no creía en la capacidad política de los obreros, por lo que consideraba como más importantes a los intelectuales acomodados para realizar su proyecto revolucionario. El intelectual sería el embrión de la transformación social. 

Si bien se mostró filántropo, creía en la dictadura, punto que lo acerca a los socialistas, alejándolo de los postulados anarquistas, que ven en toda forma de gobierno o autoridad a un sistema político contrario a su enfoque.


3. Fourier (1772 - 1837)


Vivió la revolución francesa en carne propia, cuando a la edad de 21 años le expropiaron toda su fortuna personal y familiar, debido a que vivía en Lyon, la cual era una ciudad que se opuso a la revolución. Esto le hizo considerar que “la revolución no tiene sentido. También aprendió que una revolución no pertenece al primero, al que la inicia, al que la sufre, sino al último, al advenedizo, al que se ase a ella como una presa” (García, 26).


Para Fourier, el hombre debe alcanzar la felicidad en su estado más primitivo, a un nivel pasional, de manera que la sociedad solo es buena cuando no coacciona al individuo. Para conseguir esto, en ausencia de gobierno, la solución de Fourier sería la asociación libre y voluntaria. Estas asociaciones debían ser de 1620 personas, un número mágico a decir de él, donde cada miembro se sume a la asociación que se acomode mejor a sus características personales.


En su búsqueda por acabar con el maltrato laboral y la pobreza salarial, se comenta que pedía a los empresarios y capitalistas que visiten su casa diariamente, al mediodía, para convencerlos de cambiar su actitud frente a sus propios trabajadores. Un método pueril, a decir de García Salvatecci.


Si a algún izquierdista en general le parece descabellado recurrir al diálogo constante como fórmula para transformar las relaciones sociales de producción, o a algún matemático le suene extraño que se use el número 1620 casi por antojo, pues más alucinante aún son las propuestas de Fourier para buscar cómo calentar los polos norte y sur del planeta y frenar el frío, haciéndolos lugares habitables; o tratar de crear un ácido cítrico para darle al mar un sabor a limonada, entre otras ideas.


4. Owen (1771-1858)


Robert Owen, probablemente, fue quien pronunciara por vez primera la palabra socialismo. Heredó de su suegro una fábrica, donde trabajaba como obrero, y la convirtió en un exitoso modelo de asociación comunitaria, lo que le llevó a creer que todo el mundo podía vivir acorde a ese tipo de relaciones sociales de producción.


Como creía que el valor de las mercancías nacía debido al trabajo, fundó un banco que intercambiaba bonos de trabajo, porque realmente consideraba que el trabajo era la fuente de valor primigenia y más valiosa, sin la cual nada funcionaría. A diferencia de sus predecesores pacifistas, Owen creía que la huelga sí era un medio útil para que la clase obrera se hiciera escuchar y la sociedad atendiera sus reclamos. Incluso pensaba que de esta manera podía lograrse una cambio revolucionario.


Owen, sin embargo, no solo promovió la huelga, también promovió la educación. Es por eso que, en las colonias que fundó en Estados Unidos se instauraron bibliotecas y salas de conferencia. Este ejemplo en Perú se replicó, y por eso el movimiento obrero anarquista de inicios del siglo XX era bastante refinado y culto.


5. Proudhon (1809 – 1865)


Fue un pensador que tuvo muchos cambios en su postura, Alguna vez estuvo en contra de la propiedad privada, luego fue capaz de defenderla, estuvo en contra de la religión y luego la exaltó positivamente. Sin duda, estos cambios se debieron a su interesante manera de ver la vida, haciendo camino al andar, sin creer en un ruta definitiva y sin dogmatizarse. Valgan verdades, Saint-Simon también cambió su forma de pensar, asimismo Owen, y los otros exponentes previos del anarquismo nos dejan la sensación de que este era un sello del movimiento en general.


No más partidos, no más autoridad, libertad absoluta del hombre y del ciudadano”, exclamaba Proudhon. Se oponía a las leyes y a los impuestos. Pero luego se fue matizando, y comenzó a creer en una forma de gobierno que llamo federalismo, dijo que la libertad que buscaba para la sociedad no era absolutamente ilimitada, sino restringida por el respeto de las libertades de los demás. Inclusive llegó a crear una entidad financiera llamada el banco del Pueblo. En su discurso como en su quehacer, defendió la libertad de comercio y de industria, vale decir, de producción, así como la libertad de enseñanza, de imprenta, de culto y de pensamiento. No era un precursor de dictadores o un totalitarista.


Es llamativo que Marx y Engels consideren como verdades científicas lo que Proudhon dijo sobre la maldad de la propiedad privada. A continuación, dejo el fragmento escrito por los padres del comunismo sobre Proudhon.


Framento del libro de Hugo García Salvatecci, pág. 49


Posteriormente, Marx y Proudhon, manifestarían sus diferencias entre sí. Sin embargo, como nos dice García Salvatecci, esto ya se veía venir desde antes en una carta que escribió Proudhon a Marx en 1846:


Busquemos juntos, si Ud. quiere, las leyes de la sociedad, el modo como esas leyes se realizan, el progreso, según el cual llegamos a descubrirlas; pero, por Dios, después de haber demolido todos los dogmatismos a priori no vayamos a soñar, por nuestra parte, con adoctrinar al pueblo; no caigamos en el error de su compatriota Martín Lutero, quien, después de haber derribado la teología católica, se puso en seguida, con gran aparato de excomuniones y anatemas, a fundar una teología protestante… Aplaudo de todo corazón sus ideas de esclarecer todas las opiniones; hagamos una polémica buena y leal; demos al mundo el ejemplo de una tolerancia sabia y previsora; pero, precisamente porque nosotros estamos a la cabeza del movimiento, no nos hagamos jefes de una nueva intolerancia, no nos la demos de apóstoles de una nueva religión, aunque esta religión sea la religión de la lógica, la religión de la razón. Acojamos y alentemos todas las protestas, demostremos todas las exclusiones, todos los misticismos; nunca consideremos una cuestión como agotada, y, cuando hayamos gastado el último argumento, volvamos a empezar si es necesario con la elocuencia y la ironía. Con estas condiciones entraré gustoso a la asociación, y si no, no” (García, 55).


Conclusión


Resulta claro que estos primeros anarquistas sostenían posturas más bien pacíficas y especulativas. No aspiraban a saber, y quizá ni siquiera alcanzar, una verdad definitiva. La carta de Proudhon a Marx es reveladora y marca, certeramente, los senderos que tomaron ambos movimientos. Mientras los anarquistas se mantuvieron especulando, pensando y acercándose a otras posturas, para mantenerse siempre en la nada, los marxistas en las siguientes décadas se volverían un movimiento definido que buscaba imponer la dictadura del proletariado y aplastar a sus enemigos. Una menuda diferencia generó dos caminos muy distintos. Los anarquistas se mantuvieron en el limbo sin encontrar una definición realista o certera sobre como construir su sociedad ideal, pero prefirieron esto a optar por la dictadura del proletariado, que a fin de cuentas, en su propia concepción, no es más que otra clase de dictadura, acaso más feroz y distópica. Y en eso, contrario a lo que puedan pensar, esta su grandeza. Alucinar mal, como hacían los anarquistas, no es tan malo si no le imponemos autoritariamente nuestras alucinaciones al resto de la sociedad. Como dijo Nietzche o algún pensador por ahí, "cuando luches contra monstruos, trata de no convertirte en uno en el proceso".


P.D.: Me faltan otros exponentes del pensamiento anarquista, por tiempo no he podido incluirlos, como Bakunin, por ejemplo. Espero que se pueda en otro escrito.

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