La opción supranacional latinoamericana en Cuentos Chinos de Oppenheimer

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Autor: Alex Marcelo Carrillo Díaz 

Geógrafo


Hace muy poco me encontraba en Huancayo, cuando un amigo me solicitó que le recomendara un libro para personas no iniciadas en la lectura. Mi respuesta surgió de inmediato: “Cuentos chinos” de Andrés Oppenheimer, un libro que tiene una carga intelectual, emotiva y energética únicas para mí.

En primer lugar, lo recomiendo porque te hace sentir vivo. Alguien que se va a iniciar en la lectura, en mi opinión, no debe comenzar con textos densos o complicados, que no te dejan avanzar. La lectura debe ser ágil, tiene que atraparte y mantenerte atento, despierto. En este caso, el libro trata sobre como Oppenheimer, el autor, viaja por el mundo a modo de aventurero e intenta entender las recetas de la prosperidad en los diferentes países que visita de boca de políticos y empresarios, principalmente. Haciendo preguntas pertinentes a estos líderes, esas que casi nadie hace, y cargado de un sabio marco teórico, obtiene respuestas y nos las muestra con toques de inteligente ironía sin caer jamás en un estilo vulgar. En segundo lugar, no se necesita demasiado bagaje cultural para entenderlo. Es muy informativo, divertido, fácil, y lo que es más importante, resulta ser objetivo, porque en política también se puede serlo en un alto grado, siempre que presentemos los hechos sin maquillarlos y demos la explicación metodológica sobre como llegamos a nuestras conclusiones.

Lo revisé por vez primera en una versión pirata que había adquirido mi amigo Martín, en el año 2007, casi inmediatamente después de haber aprobado el examen de ingreso a la universidad, a finales del mes de setiembre. Le agradezco su recomendación. En esta ocasión encontré el ejemplar en una librería en una versión original de bolsillo. Dudando un poco, lo compré.

Sabía que al volver a leerlo encontraría aspectos “nuevos” que en aquel entonces habría pasado por alto. Mi sorpresa fue grande al encontrar que en sus análisis sobre el panorama mundial del 2006 usa pronósticos hacia el 2020, por lo tanto, se puede hacer un ejercicio comparativo para ver que tanto nos aproximamos al mundo según Oppenheimer. Pero más importante para los amantes de la geografía, es que el autor dedica su primer capítulo, “El desafío asiático”, a analizar conceptos como regionalización y organización supranacional.



“A grandes rasgos, en la nueva geografía política mundial hay dos tipos de naciones: las que atraen capitales y las que espantan capitales”. (Oppenheimer, 21)

En cuentos chinos[1], Oppenheimer nos muestra el escenario sorprendente en el que las ideologías políticas explícitas de los países no determinan su crecimiento económico ni su desarrollo social: “hay gobiernos comunistas, socialistas, progresistas, capitalistas y supercapitalistas que están logrando un enorme crecimiento económico con una gran reducción de la pobreza, y hay otros que se embanderan en las mismas ideologías que están fracasando miserablemente” (Oppenheimer, 21).

Pensando Latinoamérica

Tras analizar los diferentes países en Europa, Asia y América, Oppenheimer concluye que el factor más importante es la previsibilidad, es decir, la confianza que un Estado ofrezca a los inversionistas. La estabilidad jurídica, que se manifiesta como una adecuada situación de previsibilidad para las empresas, es indispensable para la prosperidad de un país.

“¿Qué tienen en común los países que visité? En apariencia, son muy diferentes entre sí. Políticamente, tienen sistemas totalmente distintos: China es una dictadura comunista, Polonia y la república Checa son países ex comunistas convertidos en democracias con economías de mercado; España y Chile son ex dictaduras de derecha que están prosperando como democracias capitalistas, y gobernadas por partidos socialistas. Étnicamente, no podrían ser más diferentes: algunos de estos países, como China, se ufanan de tener una cultura del trabajo milenaria, mientras que otros, como España, tienen una historia más identificada con la siesta, el vino y la juerga. En algunos casos, tiene poblaciones de más de mil millones de habitantes, y en otros poco de pocos más de diez millones. Las diferencias entre ellos son abismales. Sin embargo, todos han logrado atraer un aluvión de inversiones extranjeras, en parte gracias a su capacidad de mantener políticas económicas sin cambiar de rumbo con cada cambio de gobierno (…)”. (Oppenheimer, 21)

Con fascinante claridad, Oppenheimer comprende dos cosas: primero, que en Latinoamérica no existe previsibilidad, casi ningún país garantiza que no aparezca un líder populista que quiera cambiar la constitución o cosas semejantes, lo cual ahuyenta o hace temer a los inversionistas, y segundo, no tiene mercado de consumidores. China tiene más de mil millones de habitantes, Estados Unidos tiene más de 300 millones, los países latinoamericanos presentan tamaños más reducidos. Por lo tanto, la alternativa europea, de crear una gran área común de mercado, la Unión Europea, que homologa las políticas económicas y comerciales en un gran territorio es una solución que no se debe descartar.

“¿Qué empresa internacional va a hacer una inversión de importancia en Bolivia, con un mercado de apenas 9 millones de habitantes, cuando puede hacerlo en la República Checa, un país de población parecida, pero que gracias a su pertenencia a un mercado común puede exportar sin tarifas aduaneras a un mercado de 460 millones de personas?” (Oppenheimer, 44)

Los tratados de libre comercio como el ASEAN en Asia formaba un mercado de 1.700 millones de personas. Un mercado tan pequeño como el de un país sudamericano no justifica grandes inversiones, además de ser más arriesgado. Todo esto sin considerar la imprevisibilidad política en la región.

La opción supranacional

Para que Latinoamérica se una, cada país debe transferir una parte importante de su autonomía a un entre supranacional, al estilo de la Unión Europea. Esto impediría que un líder populista pudiera hacer grandes cambios o virajes políticos ya que no contaría con esas facultades. Asimismo, la desaparición de tarifas arancelarias crearía un mercado grande y unificado territorialmente en el cual serían viables las grandes inversiones. Daría seguridad jurídica y un tamaño del mercado, la base de la prosperidad según nuestro autor.

Esto es muy difícil de obtener, considerando lo separados que se encuentran los países en la región y la lucha ideológica vigente aún. Por ello, Oppenheimer entrevista al expresidente español, Felipe González, para que nos cuente como fue la experiencia española en la integración al mercado unitario europeo. Él nos comenta que lo más importante es el liderazgo, enfocarse y transmitir los aspectos positivos de la unificación, y saber que una batalla dura de ganar se pelea con mucha inteligencia. Su mayor preocupación para Latinoamérica es que los políticos, “la prensa, los intelectuales y los académicos siguen usando un discurso nacionalista y anticapitalista que está en abierta contradicción con la realidad mundial, y que en la mayoría de los casos no creen ni ellos mismos, pero repiten como loros para ganar el aplauso de la audiencia”. (Oppenheimer, 50)

Para comprobarlo, Oppenheimer en su viaje a China se sorprende de lo poco comunistas que son en la práctica, e incluso en el discurso. Mientras en China buscaban más inversionistas y abrían más cadenas de McDonald’s; en Venezuela, cerraban 40 establecimientos de la marca.

Leer la obra de Andrés Oppenheimer puede resultar en un completo cambio de la perspectiva que uno tiene sobre las políticas de desarrollo, pero también puede ser una manera de introducirte en la lectura si aun no lo has hecho. Tiene referencias a temas geográficos que pueden ser muy útiles y no dejan de ser una guía sobre la cual pensar el mundo y en particular, la política con enfoque territorial.

 REFERENCIAS

Oppenheimer, Andrés. (2006). "Cuentos Chinos. El engaño de Washington, la mentira populista y la esperanza de América Latina", DEBOLSILLO.


[1] Cuento chino es una expresión latinoamericana que significa historia falsa. Acaso se deba a que, en China, sus cuentos sean demasiado fantásticos, o a que su gobierno siempre ha tenido la costumbre de mentir descaradamente. Ocultar información durante la pandemia de SARS-CoV-2 es una muestra de tal comportamiento.


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