Y su profesor ¿sabe qué es la geografía?

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Autor: Alex Carrillo Díaz.

 Acerca de una conferencia y una pregunta absurda.



Si te preguntara ¿qué es el tiempo? Cuál sería tu respuesta. Piénsalo un minuto.


No es sencillo si quiera sugerir una definición. Todos sabemos que un minuto es una fracción de tiempo, pero nos cuesta trabajo definir el concepto “tiempo” fuera de su medición. Podemos medirlo pero no conceptualizarlo.


“Entonces ¿qué es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, sé lo que es, si deseo explicárselo al que pregunta, no lo sé”, decía el teólogo San Agustín de Hipona. Aunque el concepto de tiempo se encuentra en el límite de nuestra capacidad intelectual, no debemos desistir de preguntárnoslo o de intentar una respuesta, aun cuando a algunos les parezca absurdo.


Se puede conseguir un gran progreso intelectual intentando responder incluso preguntas aparentemente imposibles. En el Fedon de Platón, Sócrates es consultado sobre la inmortalidad del alma, a lo cual él considera que el alma es eterna, sus amigos Simmias y Cebes le plantean sus dudas y cuestionan su afirmación. Las críticas planteadas son tan buenas que dan la sensación de haber derrotado a Sócrates. Equécrates, quien está oyendo la historia de este dialogo de la boca de Fedon, le pregunta a su narrador:


“Fedon, los dioses te perdonen, porque yo al oírte me digo a mi mismo: ¿qué podremos creer en lo sucesivo, puesto que las razones de Sócrates, que me parecían tan persuasivas, se hacen dudosas? En efecto; la objeción que hace Simmias al decir que nuestra alma no es más que una armonía, me sorprende maravillosamente, y siempre me ha sorprendido; porque me ha hecho recordar que yo mismo tuve esta misma idea en otro tiempo. Así, pues, yo estoy como de nuevo en esta cuestión, y necesito muy de veras nuevas pruebas para convencerme de que nuestra alma no muere con el cuerpo. Por lo mismo, Fedon, dinos ¡por Júpiter! De qué manera Sócrates continuó la disputa; si se vió embarazado como vosotros, o si sostuvo su opinión con templanza; y, en fin, si os satisfizo enteramente o no. Cuéntanos, te lo suplico, todos estos pormenores sin olvidar nada.”


Fedón le contesta:


“Te aseguro, Equécrates, que si siempre he admirado a Sócrates, en esta ocasión le admiré más que nunca, porque el que estuviera pronto a satisfacer esto, no puede extrañarse en un hombre como él; pero lo que me pareció admirable fue, en primer lugar, la dulzura, la bondad, las muestras de aprobación con que escuchó las objeciones de estos jóvenes; y en seguida, la sagacidad con que se apercibió de la impresión que ellas habían hecho en nosotros; y, en fin, la habilidad con que nos curó, y como atrayéndonos como a vencidos fugitivos, nos hizo volver la espalda, y nos obligó a entrar en discusión.”

(Platón, Fedón o del alma, pp. 68-69)


A continuación Sócrates dió unas respuestas maravillosas por su claridad y profundidad. Utilizando analogías y asumiendo que existe un alma y un cuerpo, va dando serias razones por las que el alma sería inmortal, consiguiendo convencer a sus críticos de una forma inimaginable. Yo mismo me quedé sorprendido.


Como es evidente, los dotes didácticos no han sido distribuidos homogéneramente. A diferencia del ejemplo anterior, existen personalidades destacadas que se incomodan con este tipo de preguntas; al contrario, las odian y desprecian. Uno de ellos, me parece, fue Immanuel Kant. Este filósofo alemán, muy destacado por otras cosas, en un pasaje de su obra Crítica a la razón pura muestra su desdén por este tipo de interrogaciones:


“Saber qué es lo que hay que preguntar razonablemente constituye ya una notable y necesaria prueba de sagacidad y de penetración. En efecto, cuando la pregunta es en si misma absurda y requiere contestaciones innecesarias, supone a veces el inconveniente, además de deshonrar a quien la formula, de inducir al oyente incauto a responder de forma igualmente absurda, ofreciendo ambos el espectáculo ridículo de, como decían los antiguos, ordeñar uno al chivo mientras el otro sostiene la criba.”


(Kant, Crítica a la razón pura, pp. 65-66)


Quizá podamos darle la razón a Kant si se refiere stricto sensu a preguntas absurdas, ilógicas o metafísicas parafraseando a los positivistas lógicos, pero en este caso él se expresa desdeñosamente ante la pregunta “¿qué es la verdad?” la cual no creo que sea un asunto baladí, menos para un filósofo.


Personalmente pasé por una experiencia equiparable. En una conferencia conmemorativa sobre la Geografía en la Universidad Católica del Perú, se encontraban en la mesa tres doctores: Alicia Huamantinco, Hildegardo Córdova y Fray Cruz, todos geógrafos. Tras escuchar sus ponencias magistrales, correspondía una rueda de preguntas por parte del público. Poco o nada despertó mi interés de lo escuchado así que no sabía qué preguntar. Por el grado que ostentaban los expositores pensé que sería mejor escuchar sus opiniones teóricas más básicas. Supuestamente a los más grandes se les puede hacer preguntas fundamentales. Por lo que hasta el momento había revisado, no existía un acuerdo sobre la definición de geografía, así que decidí levantar la mano y preguntarles, qué es la geografía, ya que los tres habían hablado sobre algo en lo que probablemente no estaban de acuerdo.


Tras algunos murmullos en el auditorio y sonrisas entre los ponentes, el profesor Córdova me dijo que la respuesta podía encontrarla en los libros que tiene publicados, con lo que el auditorio explotó en una carcajada, y me dictó una lista de títulos a los que debía acudir.


Evidentemente para pocos una pregunta tan básica es relevante, tampoco lo fue en ese momento para los doctores en geografía, tampoco para el auditorio. Pudieron considerarlo incluso al revés, aun cuando no fue mi intención, como un improperio, o una ofensa. La profesora Huamantinco luego dijo a un compañero que le parecía extraño que yo realice preguntas tan malas.


En mi opinión, sin embargo, la pregunta si era importante. No todos tienen la virtud de la mayeutica de Sócrates o Platón. Por eso les pregunto, su profesor sabe ¿qué es la geografía?



Bibliografía


Platón, Obras Completas, Diálogos. Fedon, Gorgias, El Banquete. Medina y Navarro Editores, Madrid, 1871.


Kant, Immanuel; Crítica de la razón pura, Ed. Taurus, Pensamiento, 2005

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