¿Qué hizo que los griegos fueran genios?

21:14

 Autor: Alex Marcelo Carrillo Díaz


¿Qué hizo que los griegos antiguos fueran genios? Entre tantas pistas parece que no encontraremos la respuesta. Bertrand Russell, por ejemplo, comienza su “Historia de la filosofía occidental” describiendo el clima favorable, los suelos ricos y la posición insular griega, casi invitándonos a pensar que estas condiciones ambientales fueron fundamentales para su supremo desarrollo intelectual. Sin ser muy “posibilista”, ya sabemos qué clase de crítica le espera a un argumento como el de Russell. Eric Weiner se entregó en un viaje por Atenas en busca de encontrar una respuesta convincente. Lo primero que le llamó la atención estando allí fue la luz solar. La inclinación con la que los rayos del sol te impactan en Atenas es enceguecedora, te obliga a entrecerrar los ojos, a ver las cosas desde una perspectiva ora borrosa, ora nítida ¿el genio griego provendrá de la luz? Los posibilistas fagocitarían esta tesis, sin duda. Sin embargo, el camino a una respuesta no puede despreciar nada, ningún factor, y Russell, como Weiner, lo interpretaron así.


En una charla que Weiner sostuvo con un arqueólogo llamado, casualmente, “Aristóteles”, (una charla que se dio en pleno siglo XXI, no se confundan) este le decía que probablemente la respuesta se encuentre en la democracia ateniense. Pero Weiner de inmediato ingresó en un bucle sin salida al preguntarse cuál ocurrió primero, o qué engendró a qué ¿fue la democracia la que fomentó el desarrollo del vibrante genio griego, o el genio griego fue lo que inventó la democracia? Cuando hablemos de democracia es bueno saber que en la antigua Atenas se practicaba con mucha seriedad. Había cargos públicos que se elegían generalmente por sorteo o por algún tipo de azar, incluso tenían máquinas, como el kleroterion, que facilitaban la realización del sorteo democrático. Esta forma impersonal de elección es muy llamativa y parece antagónica con el proceder humano al día de hoy, donde el amiguismo y el nepotismo se han vuelto omnipresentes. Que en una época tan remota se haya entendido el valor de construir una sociedad sobre bases que no fomenten el conflicto entre ellos por el favoritismo familiar o amical o por el abuso de poder ¡resulta inaudito! ¿Será la democracia lo que fomentó el genio griego o al revés?


Kleroterion, la máquina de la democracia


Existen otros argumentos, como por ejemplo el de las bajas dosis de alcohol. Lo que se dice es que el vino en Atenas se servía en copas anchas pero poco profundas y se mezclaba con agua, lo que disminuía el efecto embriagador dionisiaco. Es curioso que en lo personal haya tenido una experiencia positiva semejante al respecto. Recordarán que las charlas con mi amigo Percy son con bebidas bajas en alcohol. Cuando tomamos cerveza “normal” nuestro diálogo es menos fértil. Es imposible pensar profundamente si estás ebrio. El alcohol en Atenas, al parecer, se bebía en reuniones cerradas, aunque quien sabe si se hacía abiertamente en el ágora también. El ágora es la plaza pública donde se reunían las personas a conversar. En el diálogo “El Banquete” de Platón, los simpfilosofantes (una palabra muy usada por Sarah Bakewell en su café existencialista) se reunían a charlar y a beber. Existía una cierta obligación por beber alcohol en estas reuniones donde nadie podía eximirse. Parece que ser abstemio no estaba del todo bien visto en estos simposios. Acaso mi tío Fidel tenga razón: no se puede conversar con un beodo si no estás en su condición, solo así se pueden comprender. En rigor, en esa época, la palabra simposio significaba reunirse a beber. Que en las universidades los simposios, es decir, las conferencias de expertos y especialistas, sean tan aburridos, quizá halle aquí una explicación. ¿El alcohol en baja cantidad habrá promovido el genio griego?


Se dice que después de las guerras del Peloponeso (o no sé si fueron las guerras médicas) o de alguna que se haya dado, el historiador Tucídides, cuenta que lo primero que la población quiso reconstruir fue el ágora, donde las personas se reunían a conversar a viva voz. Nadie o casi nadie pensó en El Partenón o la Acrópolis. El sentimiento de pertenencia a Atenas guardaba más relación con este mercado del diálogo. En ese tiempo, siglo V antes de Cristo, las academias e instituciones educativas entendían que la formación del individuo era tanto intelectual como física y moral: lo verdadero, lo bueno y lo bello. La Academia de Platón quizá era más un gimnasio que una biblioteca. Esta, sin embargo, no era del agrado de todos. Aristófanes, el comediante, relata el desprecio que sentía Fidipides, hijo de Estrepsiades, hacía los filósofos. No quería que lo envíen a esa escuela de sofistas o "pensadero",  que sería la traducción más literal de "academia", a aprender a argumentar sus ideas. La imagen que tenía aquel joven de esos pensadores era la de unos ociosos buenos para nada que hablaban cosas de locos. Como cuando en dicha comedia mencionan que Sócrates estuvo intentando medir cuanta distancia recorre un piojo en sentido horizontal en cada salto para determinar si pueden ser contagiosos o no, y saltar de cabellera en cabellera. El rencor ha de haber sido grande para que, al final, el entrañable Sócrates sea condenado a beber cicuta (veneno) por corromper a la juventud con sus charlas públicas y privadas. Dicha condena generó todo tipo de reacciones y mucho miedo entre algunos pensadores. Se dice que su discípulo, Platón, huyó de la ciudad porque se imagino una persecución mortal contra los filósofos en Atenas, pero todo indica que no fue así (hubo que esperar varios siglos más tarde a que llegara un tal San Agustín para que los temores de la persecución se hicieran realidad). Por lo tanto, ese aprecio por el diálogo abierto, la libertad de la que gozaban, que en ciertos períodos sufrió retrocesos, parece indispensable para el progreso intelectual y la difusión de los pensamientos.  Pregunto, ¿habrá sido el ágora y los simposios la clave del genio griego?


Eric Weiner, casi al finalizar su viaje por Atenas, nos deja una penetrante reflexión. Algo que los griegos de aquel entonces practicaban inadvertidamente: el respeto por el pensamiento de cada individuo. Hoy le llamamos tolerancia. Al parecer, en Atenas, la condición social, siempre que no fueras un esclavo, importaba muy poco, todos eran considerados ciudadanos respetables de la polis. Incluso se tenía particular consideración por los extranjeros, los llamados “metecos”. Mi amigo Henry Castro me leyó un párrafo de la Biblia cristiana donde cuentan como se sintió el apóstol Pablo al llegar a Atenas y conversar con su gente.


Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía viendo la ciudad entregada a la idolatría. Así que discutía en la sinagoga con los judíos y piadosos, y en la plaza cada día con los que concurrían. Y algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos disputaban con él; y unos decían: ¿Qué querrá decir este palabrero? Y otros: Parece que es predicador de nuevos dioses; porque les predicaba el evangelio de Jesús, y de la resurrección. Y tomándole, le trajeron al Areópago, diciendo: ¿Podremos saber qué es esta nueva enseñanza de que hablas? Pues traes a nuestros oídos cosas extrañas. Queremos, pues, saber qué quiere decir esto. (Porque todos los atenienses y los extranjeros residentes allí, en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo)” (Hechos 17:16-21).


¿Por qué había tanto interés en el pensamiento de los demás, sean locales o foráneos? ¿Por qué tanta apertura? A mi me enseñaron a no escuchar a nadie y si alguien hablaba en la calle era un loco o te quería engañar, robar o secuestrar. ¿Orate tendrá algo que ver con orador? Como dice Weiner, “los atenienses toleraban no solo a los extranjeros raros, sino también a los excéntricos locales, de los cuales había en gran cantidad. Hipodamo, el padre del planeamiento urbano, era conocido por su largo cabello, sus joyas caras y ropa barata, la cual jamás se cambiaba ya fuera verano o invierno. Los atenienses se mofaban de Hipodamo por sus excentricidades, pero aun así le asignaron el trabajo vital de construir su ciudad portuaria, Pireo” (Weiner, 77-78).


En Atenas toleraban a personajes excéntricos pero se les tenía en alta estima. Sócrates era bastante peculiar con su mayéutica y sus debates hasta el infinito que terminaban diciendo “solo sé que nada sé” y sus seguidores decían que por eso mismo era el más grande sabio de todos, como alguna vez lo dijo el oráculo de Delfos. Otro griego, Diógenes, “el perro”, también era peculiarísimo. Se dice que vivía en un barril y se dedicaba a burlarse de todos, hasta del mismo Platón. Pero aún así, eran intelectualmente respetados y considerados. Por eso su historia ha llegado hasta nosotros y no se perdió en el tiempo. ¿La tolerancia habrá sido la base del genio griego?


Quizá no haya una única respuesta, quizá todo ocurra al mismo tiempo y en el mismo lugar, haciendo que una generación se hipnotice con una moda, que en el caso griego sería la moda por la cultura y el pensamiento. No tengo la menor idea de lo que digo, puedo errar, seguro hay razones de peso y las estoy dejando pasar, pero prefiero expresar claramente mi ignorancia parcial y compartirla antes que quedármela y no fomentar un diálogo, aunque sea conmigo mismo. Seguro que los griegos pensaban así también. ¿O Platón pensó que un geógrafo leería sus obras en el siglo XXI? Quizá la mejor manera de llegar a una respuesta sea emularlos.



Bibliografía

Weiner, Eric. (2022) La Geografía de los Genios, ed. Tendencias

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