La Indiferencia de la Indiferencia: Una crítica a la microeconomía

12:24

 

Autor: Alex Marcelo Carrillo Díaz


Si no eres economista, estoy seguro que no has leído o escuchado acerca de las curvas de indiferencia. Yo mismo nunca supe de estas hasta que comencé a estudiar una maestría en economía. Desconocerlas no es algo de lo que avergonzarse, me parece que no te pierdes de gran cosa al ignorarlas. Entonces, ¿para qué dedicarle un texto?


En esta oportunidad, sin embargo, no pienso hablar de la afortunada indiferencia que siente la sociedad por las curvas de indiferencia de la teoría microeconómica, más bien deseo mostrar la indiferencia que la teoría de "las curvas de indiferencia", muestra por los problemas económicos de la sociedad real. ¡No se asusten con el tema! les prometo ser claro y sencillo.





¿Qué son las “curvas de indiferencia”?


Según la microeconomía, debido a la complejidad que supone trabajar con los gustos y preferencias de consumo de personas reales de carne y hueso, es conveniente crear modelos sencillos y súper simplificados para facilitar su representación gráfica y matemática. En este caso, la curva de indiferencia nos trata de mostrar, de modo general, un conjunto de canastas de consumo equivalentes para un consumidor en particular.


Para que quede claro, imaginemos que tenemos dos productos por consumir: paquetes de galletas y paletas de helado. Imaginemos también que estos productos son intercambiables en su consumo, de manera que si dejamos de consumir helado, tenemos que consumir más galletas para mantener un mismo nivel de satisfacción, y viceversa (a este tipo de satisfacción la microeconomía la denomina “utilidad”). Por lo tanto, podemos dibujar un gráfico de pendiente negativa en donde, a más consumo de helado consumiremos menos paquetes de galleta, y, al revés, a más consumo de galletas, menos consumo de helado.


La curva de indiferencia se forma al unir todos los puntos que nos revelan una combinación particular de galletas y helados que generan un mismo nivel de satisfacción o utilidad en el consumidor (algo que sin duda no puede medirse fácilmente en la vida real). Cada punto podría considerarse como una canasta de consumo. La pseudopropiedad, perdón por el énfasis pero es necesario redundar en este punto, de una curva de indiferencia es que todas las canastas de consumo (puntos) que contiene y le dan su forma de curva representan el mismo nivel de satisfacción. Digamos que según este planteamiento es posible equiparar algo como:


2 galletas + 7 paletas de helado = 9 galletas + 1 paleta de helado


La suma y los valores no responden a la aritmética convencional, sino a un cálculo de proporciones ad hoc, es decir, especialmente adecuado para cada caso que se estudie. Digamos que cada consumidor tendrá su propia aritmética de consumo, o al menos, eso es lo que puedo interpretar. Algún amante del algebra diría.


Si “x” fuera el valor subjetivo de las galletas, e “y” el valor subjetivo de los helados, entonces:


2x + 7y = 9x + y

8y = 7x

y = 7x/8

x= 8y/7


De esta manera encontraríamos, aparentemente, el valor relativo de las galletas respecto de los helados. Si asignamos valores a las variables y reemplazamos, podemos calcular que las galletas valen más que los helados en este caso. Pero no tendría por qué tener ese mismo valor subjetivo de satisfacción para otro consumidor, para quien el helado puede ser más valioso que las galletas.


Otros dos supuesto de la curva de indiferencia es que 1) cada persona puede tener potencialmente varias curvas de indiferencia, y 2) estas curvas de indiferencia (o curvas de consumo indiferente, ya que cada canasta da igual para el consumidor) no pueden cruzarse gráficamente. Por ejemplo, si sumar la cantidad de productos nos diera el valor de la satisfacción, diriamos que 2 galletas y 1 helado, serían iguales a 1 galleta y 2 helados, ya que suman 3, así que ambas canastas estarían en una misma curva de indiferencia. Pero si tuvieramos 2 galletas y 2 helados en un punto, no podrían estar en la misma curva anterior de nivel 3, tendría que estar en una nueva curva de nivel 4 (2 + 2), más alejada del eje de coordenadas y paralela a la anterior curva, debido a que un incremento de la cantidad de un bien implica un incremento de la satisfacción (las curvas de indiferencia, dicho sea de paso, se olvidan de una propiedad de los sistemas biológicos y humanos como son los rendimientos decrecientes, en la que un incremento de un bien en algún momento comienza a disminuir el rendimiento o la satisfacción. ¿Cuántos helados caben en tu nevera sin que estorben el espacio para otros productos necesarios como carne o lácteos?).

El problema con las curvas de indiferencia


Podría decirse que hay tres problemas con las curvas de indiferencia. El primero es que parte de supuestos falsos o poco realistas. La existencia de niveles de satisfacción iguales a canastas de consumo diferentes es una ecuación que merece una medición más exhaustiva. Saber las cantidades de galletas y helados (o de un par de productos cualquiera) que combinándose me generen la misma satisfacción, puede ser interesante como ejemplo de matemática, pero no necesariamente como descripción científica. Aun así, es válido partir de supuestos falsos en muchos casos, los astrónomos lo hacen todo el tiempo, y se puede decir que en muchas ciencias los modelos son simplificaciones. Quizá la diferencia es que en la simplificación física, química o biológica, la variable simplificada busca ser medida con instrumentación. En Economía, en cambio, no interesa la medición, al punto que la variable “utilidad” o “satisfacción” no tiene unidad de medida.


Segundo, las curvas de indiferencia trabajan con dos productos, cuando en realidad, las canastas de consumo de una persona real (para no hablar de familias, empresas, u otras entidades) es de múltiples productos. La “satisfacción” a nivel de dos productos, por lo tanto, posiblemente sea una medida engañosa, por lo absurda que resulta en la vida practica. ¿Acaso una canasta más variada y “realista” nos acercaría mejor a la objetividad? Para hacer una analogía, un análisis de dos productos sería como querer medir el rendimiento de un equipo de fútbol en el que juegan solo 2 jugadores y no 11. Por muy fácil que resulte medir de qué manera se pasan la pelota los 2 jugadores, tendrá poco sentido práctico para las proyecciones del partido del fin de semana. Cualquier experimento con dos jugadores (o dos productos) tendrá un valor significativo pero no será un enfoque, como dirían los entrenadores, de “realidad de juego”, sino más bien de “entrenamiento en situaciones aisladas”. Esto no significa que renunciemos a la simplificación. Einstein dijo que “el objetivo supremo de toda teoría es hacer los elementos básicos tan simples y tan poco numerosos como sea posible, sin renunciar a la representación adecuada de un simple dato”. En otras palabras, se debe simplificar, pero hay que saber hacerlo, ya que si una simplificación distorsiona las conclusiones desviándonos de la realidad y no reflejándola, entonces nos estaría llevando a un error grosero.


El tercer problema es que los economistas utilizan las curvas de indiferencia para intentar entender situaciones complejas del mundo real. Un caso que me llama la atención es la utilización la caja de Edgeworth, en donde se muestran dos curvas de indiferencia de dos consumidores, para explicarnos qué es una asignación eficiente de los recursos en un mercado.


La curva de indiferencia de Ana es de color amarilla, mientras que la curva de Juan es verde. Los ejes de Ana y Juan están invertidos, por eso encajan. Se supone que en el punto de contacto de ambas curvas existe una asignación eficiente, donde ambas personas consiguen el máximo de satisfacción sin perjudicar al otro.


Una asignación de recursos eficiente se alcanzaría, según la microeconomía, cuando ninguno de dos consumidores pueda incrementar su satisfacción a costa de la satisfacción del otro. No suena mal. Hasta parece un mantra budista. Pero podría no ser más que la palabrería de un Pat Morita en Karate Kid.


Las críticas a la curva de indiferencia saltan por todas partes. Por ejemplo, en su poca rigurosidad axiomática (bases matemáticas), cuando intenta comparar a dos consumidores sabiendo que sus aritméticas de consumo son incompatibles. En otras palabras, asumen que el nivel de satisfacción tendría que tener la misma ecuación algebraica en ambas personas, pues de otra manera, estarían sumando papas con camotes. En la vida real, los niveles de satisfacción no se pueden medir solamente por cuantos bienes más consigo de algo, puesto que es probable que algunas cosas sean valiosas para algunos y no para otros, o que no existan combinaciones equivalentes. Y esto variará según cada mercado, más en los sofisticados: el mercado de los videojuegos, de los fármacos, etc.


El intento de construir la llamada “Economía del bienestar” sobre la base de las curvas de indiferencia y la caja de Edgeworth me parece fútil. Es como jugar ajedrez solo con 1 alfil y una torre en un tablero con 12 casilleros contra un enemigo que tiene las mismas piezas ¡Así cualquiera demuestra que están en empate o equilibrio! A pesar de ello, los economistas argumentan (con un pensamiento inductivo particularmente desfasado) que esas situaciones de entrenamiento aisladas son los átomos del mundo de la economía a partir de los cuales podemos generalizar situaciones reales como los problemas de contaminación por producción y otros tipos de iniquidades en la vida.


La indiferencia de las curvas de indiferencia por la vida económica real es tan solo una de las muestras de indiferencia de la Economía por entender la creación de valor económico o de cambio en la sociedad. Lo más curioso es que todos los que la estudian siguen repitiendo y defendiendo esta disciplina y no quieren enfrentarse a su propia ortodoxia. Sé también que, para ingresar a un debate de este tipo, es necesario plantear una alternativa y no solamente cuestionar los modelos microeconómicos existentes. Lo que más me preocupa es el hecho de que en la universidad se dediquen tantas horas y esfuerzo a este tipo de temas. Eso me hace dudar de mi propia crítica: estoy loco o los locos son los demás.

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