¿Escuchar música o pensar? Reflexión sobre los pasatiempos

10:52

 Autor: Alex Marcelo Carrillo Díaz

Geógrafo



Si en este momento tuvieras que limpiar tu casa o lavar un auto, ¿encenderías la radio para que te acompañe? Imagino que sí. Generalmente, cuando alguien realiza actividades domésticas, como limpiar, ordenar o cocinar, escucha música. En el fondo, buscamos apaciguar el tedio que nos produce una tarea rutinaria. Una tarea mecánica y aburrida puede ser más llevadera en compañía musical. Además, la música es un acompañante inocuo (como no lo es consumir drogas mientras lavamos los platos, por ejemplo). ¿Quién podría decirnos que no escuchemos nuestras melodías favoritas mientras danzamos con una escoba? Escuchar música en nuestros tiempo libre no tiene casi nada de malo1 si no fuese por una razón excepcional: nos quita la oportunidad de pensar profundamente. Y no lo digo citando la experiencia de algún autor o psicológo. Acaba de ocurrirme. Siempre, instintivamente, enciendo el parlante para escuchar música o un podcast deportivo o de astronomía, muy interesantes y entretenidos, pero que, extrañamente, se vuelven corrientes más pronto que tarde y no me ayudan a resolver los problemas que más me interesan. La música, esa armonía de fondo, que me mantiene despierto, alegre, dopaminizado, que lucha contra el tedio rutinario, no me conduce a la genialidad (aunque sí a la inspiración, que son cosas distintas).


Esta mañana decidí no encender el parlante y pensar mientras tendía mi cama. Me propuse reflexionar sobre la construcción de las curvas de oferta y demanda de la teoría económica, un tema que justamente revise una semana atrás con mucho interés en una clase de maestría. Hacía buen tiempo que no me detenía a pensar en un tema “científico” de lleno, como este que abordé a finales del año pasado, en mi opinón, productivamente. ¿Deje de pensar por la música?


Mientras tendía la cama, esta mañana, empe a concebir ideas nuevas y aparentemente congruentes. La emoción me llevó a tomar un cuaderno y trazar lineas mientras tomaba el desayuno. Al final, en pocos minutos, me di con la sorpresa de haber conseguido un progreso importante de la teoría que ya venía desarrollando desde el año pasado. Ese momento eureka, de descubrimiento creativo ¿habría sido posible si encendía el parlante? Al igual que la existencia de este texto u otros que anteriormente haya escrito, o de cualquier producción creativa, ¿podrían tener lugar si no fuera por las específicas condiciones del momento? En esta ocasión, contaba con los insumos mentales necesarios y la situación adecuada para que surja. ¿Acaso en otro momento (futuro o pasado) podría arribar a la misma conclusión teórica? Es difícil saberlo. Aunque estoy hablando de ciencia, aplica para otras áreas. Por ejemplo, en el caso del arte es aun más marcado el poder del momento. El estilo con el que escribe un compositor, poeta o ensayista, depende del momento, de los instantes en que está creando su obra. No es lo mismo escribir este texto hoy, que ayer o mañana. Adquiriría otra forma. No solamente por las palabras seleccionadas, sino porque las producciones creativas tienen vida propia y no se ciñen a los índices borradores que sus autores previamente elaboraron.


En “El Peregrino” de Paulo Coelho, el protagonista, junto a su maestre Petrus, llegan a un templo cristiano donde todos deben guardar silencio absoluto, los monjes allí dentro se comunican solo a través de la mirada2. Solamente dejan de lado su voto de silencio para orar juntos, o cuando un fraile lee citas bíblicas durante la cena. En la actualidad, el voto de silencio es una práctica en decadencia. Vivimos dentro de una burbuja ruidosa. Cuto Guadalupe se dice amante del bochinche, que él interpreta como subir al máximo el volumen de la música, creando una atmósfera caótica donde nadie puede conversar si no es a gritos. En contraposición a los lugares ruidosos, una biblioteca es un espacio silencioso per se, pensada por pensadores para pensar. Nunca mejor dicho. Por alguna razón, el ruido nos quita la paciencia, nos acelera y exige que todo sea más rápido. Ya no generamos información, ya que en medio del ruido solo percibimos datos que llegan y se van. “Las experiencias se rebajan a vivencias. Los sentimientos se empobrecen en la forma de emociones o afectos. No tenemos acceso a la realidad, que solo se revela a una atención contemplativa” (Byung-Chul Han, 2023). Con el ruido, el cerebro se ralentiza, las relaciones se ven pero no dejan huella, borramos cassette, aun cuando estemos delante de experiencias valiosas. Nos convertimos en viajeros que conocemos muchos países pero sin haber bajado del tren o salido del aeropuerto.


La postura del pensador y los casos exitosos, muestran que la inactividad es necesaria para “llegar a la verdad”. Como si pudiera emular el sentido metafórico de Platón, diría que quien se dedique a pensar en plena ausencia de otros estímulos distractores puede trascender la realidad material y “aproximarse al ser”, dándole color, forma y sentido a lo que antes era invisible. Y algo más importante, en la aventura de la vida, el amante de la contemplación encontrará coincidencias inesperadas siempre. De alguna manera, podría decirse que es una serendipia intelectual, pues, por muy racional que uno pueda ser o considerarse, la vida “tiene algo de hechicería y magia”, como dijo el filósofo Byung Chul-Han. Él mismo, citando a Marcel Proust sobre la felicidad, nos deja la siguiente cita:


Pero a veces, es en el momento en que todo nos parece perdido que llega la advertencia que puede salvarnos: uno ha llamado a todas las puertas que no dan a ninguna parte y la única por donde uno puede entrar, y que en vano se hubiera buscado durante cien años, la golpea uno sin saberlo y se abre”.


Qué extraño es todo, si hubiera pasado la mañana escuchando a un youtuber quizá hubiera postergado este descubrimiento teórico de la Economía, o quizá nunca hubiera llegado a él. Por eso, los músicos vieneses como Mozart o Beethoven, pasaban su tiempo entero dedicado a la creación, así como los artistas de Florencia, en la Italia renacentista, Da Vinci o Buonarroti, no utilizaban el tiempo sino solamente dedicándose a su obra. Creaban obras malas igualmente, no todo les salió bien, pero mientras insistían más, en algún momento daban con la verdad, con lo bello, lo bueno o lo justo. Como Thomas Alva Edison encontrando un sinnúmero de formas en las que no funcionaba la bombilla eléctrica. Nunca se refirió a alguna de esas formas incorrectas como fracaso, sino como un necesario camino que debía recorrer hasta llegar a su meta. Esperar un momento de iluminación donde se crucen los planetas y trascendamos la realidad, es posible, pero es mejor que cuando ese momento llegue nos tome preparados. Perdón, me equivoqué, eso no ocurrirá, a menos que estemos preparados. Estar preparados es una condición sine qua non de la serendipia intelectual y de la vida.


Es como apostar tantas veces que en algunas ocasiones ganarás. Con la diferencia de que en estos casos no apuestas dinero, sino tiempo. Tiempo libre. Es tiempo de repensar nuestros pasatiempos.

Terminando de leer un capítulo de Vida Contemplativa de Byung-Chul Han, tenía dos cosas por hacer: Avanzar mi tesis, pues he cambiado de tema en la última semana, y continuar la redacción de mi libro. Decido abrir un libro sobre proyectos sociales que no me ha gustado mucho, pero que puede ser importante para mi proyecto bibliográfico en cierne. Decido no abrirlo donde me quedé, sino adelantarme hasta cualquier página al azar. Entonces, aparece este capítulo. Precisamente mi nuevo tema de tesis, del que debo presentar un avance este fin de semana. Demasiada coincidencia, asusta.


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1 En realidad, escuchar música si puede tener un efecto negativo. Los mensajes que brindan pueden afectar profundamente nuestra percepción de la realidad, sea para bien o para mal.

2 “Y tuve la impresión de que sus ojos brillaban más que los de una persona común” (Coelho, 17)

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