Alex Marcelo Carrillo Díaz.
Geógrafo.
Memento mori es una expresión latina de la época
romana que significa, a decir de muchos divulgadores, “recuerda que morirás”.
La muerte, como es evidente, es el destino inevitable de todo. Casi no estamos
seguros de nada salvo de que moriremos. En franca oposición a nuestro destino
común, debido a que somos muy sentimentales, nos cuesta aceptar y sobrellevar
el fallecimiento de un ser amado. Por eso, la mayoría prefiere ignorar u olvidarse
de la muerte en la construcción de su proyecto de vida, entre otras cosas
porque así evitamos un sufrimiento adelantado. Pero no todos piensan igual,
para algunos es muy útil reconocer el valor de la muerte, ya que, por negación,
los ayuda a entender el valor de estar vivos. Steve Jobs, por ejemplo, no temía
a fracasar como empresario porque consideraba que todos vamos a morir y eso
hacía que cualquier fracaso en vida fuera irrisorio.
Recordar que vas a morir, como parece sugerir el estoicismo,
puede darnos ánimo para aprovechar cada día, para arriesgarnos un poco más en lo
que hagamos, y no dejar pasar el tiempo fútilmente. Pero debemos reconocer que
existen personas que no pueden vivir así, y, por el contrario, sufren
recordando la muerte. Tal era el caso de Michel de Montaigne, quien vivió
muchos años de su juventud angustiado por el fantasma de las defunciones de sus
seres queridos. Tanto sus parientes como amigos morían, uno tras de otro, de
formas grotescas o ridículas[1].
Pasado algún tiempo luego de haber leído esta primera
definición, leí una segunda, donde Memento mori significaría “recuerda
morir”. A primera vista parece interesante. El sustento que se le da a esta
definición es, sin embargo, meramente ascético. Recordar morir significaría
desapegarnos del dolor y el placer, estar como muertos, liberarnos de las
ataduras biológicas y del placer concupiscible. Ingresar en un estado mental
libre para alcanzar la paz, algo parecido a la meditación que intenta mantener
la mente en blanco y olvidarse de todo lo que nos rodea.
El llanto tras la derrota de Pegaso Futbol Club |
Mi definición
Las definiciones anteriores son valiosas pero en este
momento presento una tercera que creo haber vivido y es bueno comentarla. Ante
una circunstancia de la vida he sentido como surge un nuevo principio
importante que muchos deberíamos tomar en cuenta. Antes no lo había sentido.
Les comento, acabo de ser derrotado en un proyecto deportivo en el cual puse
mucho entusiasmo y dedicación. El sueño me fue arrebatado, como sabía que iba a
ser si se daba en algún momento, en pocos minutos sin que pueda pedir
misericordia o una segunda oportunidad. Todo lo trabajado durante meses se esfumó
en un abrir y cerrar de ojos ¿estaba preparado para morir?
En contra de lo que todos imaginan, considero que sí estamos
preparados para morir. El simple hecho de saber que la muerte existe nos prepara
de alguna manera. El verdadero dilema no es estar preparado o no. El verdadero
asunto es sentir si has muerto bien o si has muerto mal. Memento mori,
recuerda morir, en mi acepción no se refiere tanto a recordar morir, sino a proyectar
como deseas morir. Antes pensaba que lo más importante era vivir y aprovechar
cada momento, ya que uno puede hacer con su vida lo que le alcanza mientras viva.
En mi caso se trataba de entrenar, alimentarse bien, conversar sobre el deporte,
construir un buen equipo e intentar mejorar para que el día de la competencia
podamos lograr el resultado esperado. Pero aun si hiciste todo bien en tu
camino dando lo mejor de ti, no te va a reconfortar en la otra vida si eres
derrotado ante un(os) rival(es) que consideres inferior(es). Tu fracaso será
ridículo, tu muerte será indigna, y ese hecho puede imponerse ante cualquier
tipo de compasión externa o mensaje de ánimo.
Por muerte, en este sentido, no me refiero solo a la vida
biológica, pueden ser vidas institucionales, como una empresa, una persona
jurídica, una organización o un individuo que viva en algún duelo deportivo,
artístico o intelectual. Podría entenderse por muerte a la derrota en general.
Mientras más preparación y esfuerzo sean desplegados, el fracaso debe darse un
peldaño más arriba de lo que ocurriría sin dicha preparación. De lo contrario
la muerte es más dolorosa e implacable.
Antes no pensaba así. Incluso, en una escena memorable,
cuando un personaje de Naruto, Jiraiya, agonizaba, y decía que lo más
importante no es como uno haya vivido, sino como uno muere, seguía pareciéndome
un sinsentido.
Después de vivir esta experiencia creo que es importante que,
de alguna manera, no solo pensemos como debemos alcanzar cierto éxito sino
también pensar en como queremos morir, ya que, aun en el fracaso, muriendo
dignamente, podemos no ser almas en pena y descansar con algo de paz. Ahora
deseo paz, y no la puedo alcanzar. Pero quien sabe, tal vez sea necesario.
[1] Sarah
Bakewell establece cierto paralelismo entre la visión de la muerte para Montaigne
y la de Platón que puede estar mal enfocada. Montaigne, según Sarah Bakewell,
consideraba que para ser un filósofo era necesario estar cerca de la muerte,
tal como lo sugería el romano Marco Aurelio tras haber leído el diálogo Fedón
de Platón. El asunto es que Platón al afirmar eso estaba usando más que nada
una analogía que no se refería tanto a la muerte física como a la búsqueda del
conocimiento. Los filósofos, según Sócrates, están cerca de la muerte porque buscan
la verdad, y para llegar a la verdad debemos liberarnos de los engaños de nuestro
cuerpo sensible, que nos puede brindar una percepción equivocada de las cosas, cargada
de errores y que nos aleja de lo que es verdadero. Como nuestra sensibilidad es
errática, solo al perder nuestro cuerpo sensible, al morir, siendo meramente
espíritu, acaso podríamos sentir o entender lo que las cosas son realmente, y
pasar de ser filósofos a ser sofistas, conocedores de la verdad. Para muchos
hablar de la vida después de la muerte puede ser anticientífico, pero siguiendo
el razonamiento órfico griego, si el destino intelectual es llegar a la verdad,
esta no debería sernos esquiva eternamente, quizá se pueda alcanzar en
otra vida sin cuerpo. Ahora podríamos verlo desde otro punto de vista también,
como cuando la percepción de las cosas se da a través de la tecnología, prescindiendo
a su vez, y en gran medida, de nuestro cuerpo. De esta manera, podemos llegar a
la verdad sin morir o sin perder el cuerpo, gracias a instrumentos de medición,
aunque luego siempre encontraremos una nueva limitación física a nuestra capacidad
de percibir. En definitiva, la idea de la muerte y la filosofía en los griegos,
como se puede desprender, no guarda mucha relación con el temor que tenía Montaigne
por morir. Son cosas bastante diferentes.