Lima.- 26 de Setiembre del 2014
Teoría e hipótesis son dos
conceptos que en las ciencias sociales suelen no tomarse en serio. Solemos
llamar teoría a todo documento escrito que verse sobre algún tema, independientemente
de cuáles hayan sido los procedimientos de los investigadores para obtener la
información, organizarla y concluir un resultado. La disciplina geográfica, cercana
-según sus propios “epígonos” del siglo XX en adelante- a las ciencias
sociales, incurre en una dejadez semejante al no detenerse cuidadosamente a
distinguir si los aportes de los investigadores son hipótesis o teoría.
En el presente texto defenderemos
la idea según la cual, los estudios del paisaje y las formulaciones
conceptuales desarrolladas en torno a este tema desde la Geografía, no han sido
tanto “teorías” sino más bien hipótesis probablemente erróneas, es decir, que
no explican ni conceptualizan adecuadamente la realidad que estudian.
Si bien es cierto que puede
comprenderse la anterior premisa, podemos preguntarnos, ¿qué relación puede
guardar este intento de demostración sobre la supuesta hipótesis errada del
paisaje con la teoría atómica química? Desde un punto de vista didáctico,
guarda mucha relación, básicamente porque la teoría atómica –cuando fue
planteada como hipótesis- tenía una expresión semejante a la hipótesis del
paisaje.
La Hipótesis del paisaje guarda la misma estructura que la hipótesis atómica de John Dalton. |
Aspectos en común entre la
hipótesis atómica y la hipótesis del paisaje
Los estudios sobre el pensamiento
griego así como los textos de química actuales atribuyen la primera concepción
de unidades mínimas indivisibles de materia a Demócrito (siglo V a.C.
aproximadamente). Lo que resulta interesante para la historia de la ciencia es
que esta idea no fue considerada como verdadera sino hasta el siglo XIX, donde
hubo por vez primera la posibilidad –aunque indirecta- de demostrar que la idea
de Demócrito era correcta. Este ejemplo nos ayuda en general a comprender que una
idea puede no ser considerada cierta
por la comunidad estudiosa porque no contamos con los medios tecnológicos para
demostrar su validez, entre otras razones; lo cual nos lleva a pensar que algo
semejante puede ocurrir hoy con proposiciones sobre algún asunto que son ignoradas
o subestimadas; incluso la propia hipótesis del paisaje que aquí la tildaremos
de errada, quizá en el futuro se compruebe y tengamos que aceptar nuestro
errado análisis. Sin embargo, todo esto por ahora no es más que especulación.
Retomando el tema de la hipótesis
atómica, en 1808, el científico inglés John Dalton formuló una definición
precisa de las unidades indivisibles de materia que pasó a denominar átomos, en
honor al concepto de Demócrito. Siguiendo a Raymond Chang, la definición de
átomo elaborada por Dalton se compone de los siguientes 4 apartados:
- Los elementos están formados por partículas extremadamente pequeñas llamadas átomos.
- Todos los átomos de un mismo elemento son idénticos, tienen igual tamaño, masa y propiedades químicas. Los átomos de un elemento son diferentes a los átomos de todos los demás elementos.
- Los compuestos están formados por átomos de más de un elemento. En cualquier compuesto, la relación del número de átomos entre dos de los elementos presentes siempre es un número entero o una fracción sencilla.
- Una reacción química implica solo la separación, combinación o reordenamiento de los átomos; nunca supone la creación o destrucción de los mismos.[1]
Si hacemos un pequeño esfuerzo y
trasladamos el armazón de la propuesta de Dalton, que en la actualidad es
considerada una teoría en química, podemos encontrar que la hipótesis del
paisaje, según la escuela más tradicional del paisaje en geografía, es casi la
misma. Hagamos el solapamiento:
- Los paisajes están formados por partes indivisibles llamadas unidades [unidades de paisaje].
- Todas las unidades de un mismo paisaje son idénticas, tienen iguales características. Las unidades de un paisaje son diferentes a las unidades de todos los demás paisajes.
- Los mosaicos de paisaje están formados por unidades de más de un paisaje.
Notaremos que la estructura de la
hipótesis es semejante. De la misma forma como los químicos buscaron su unidad
indivisible y encontraron el átomo, los geógrafos buscaban su unidad indivisible,
que en este caso es el paisaje, siguiendo las pistas de las elucubraciones de
los geo-paisajistas [los geo-regionalistas pensarían lo propio de la región]. A
todo esto, podríamos cuestionarnos ¿por qué tuvieron diferente derrotero estas
hipótesis?
El método riguroso de la química
Cuando John Dalton realizaba sus
investigaciones dedicaba mucho tiempo a la experimentación y a la reflexión.
Como indicamos, ya se contaba con los requisitos técnicos mínimos para realizar
las mediciones entre los pesos de los gases conocidos en aquel entonces. Según
un texto titulado “John Dalton y la teoría atómica” del dr. Miguel Katz,
destacado químico argentino[2], quien ha trabajado muchos aspectos de
investigación experimental y epistemológica, nos permite introducirnos en el
pensamiento de Dalton por medio de algunas citas al autor. Aquí algunas
conclusiones preliminares de Dalton, antes de definir al átomo como lo resumió
Raymond Chang. La siguiente cita fue escrita en 1803 por Dalton:
“Todos los
gases que penetran en el agua y otros líquidos por medio de una presión, están
mezclados mecánicamente con el líquido y no combinados químicamente con él...
Los gases mezclados de esta manera con el agua, etc., retienen la elasticidad o
poder repulsivo entre sus propias partículas exactamente lo mismo en el agua
que fuera de ella, no interviene el agua ni tiene mayor influencia al respecto
que el mero vacío...Una partícula de gas que presione sobre la superficie del
agua es semejante a una única bala que presiona sobre la cumbre de una pila de
balas de base cuadrada...”[3]
Tras leer esta cita, debemos
entender como Dalton analizaba el comportamiento de la materia cuando se mezclaba
y de qué manera no se combinaban químicamente. En este caso, Dalton interpreta
como el agua y los gases no sufren reacciones químicas, dando lugar a nuevos compuestos,
sino que sus elementos constitutivos se mantenían separados. De allí va
surgiendo la idea que estos elementos se componen de unidades diferentes y que
no siempre la proximidad física de estas daba lugar a un nuevo compuesto
gracias a una reacción química.
Posteriormente en 1808, Dalton afinó
su interpretación y propuso un modelo:
“El
preguntarse si las partículas últimas de un cuerpo, tal como el agua, son todas
semejantes, esto es, de la misma forma, peso, reviste bastante importancia. De
lo que conocemos, no tenemos razón para suponer alguna diversidad en estos
aspectos: si ella existe en el agua, debe existir igualmente en los elementos
que constituyen el agua; a saber hidrógeno y oxígeno. Ahora bien, es casi
imposible concebir como los agregados de partículas diferentes pueden ser tan
uniformemente iguales. Si algunas de las partículas de agua fuese más pesada
que las otras y si alguna porción del líquido estuviera, en alguna ocasión,
constituida principalmente por estas partículas más pesadas, debe suponerse que
esto afectará al peso específico de la masa, circunstancia no conocida. Por lo
tanto, podemos concluir que las partículas últimas de todos los cuerpos
homogéneos son perfectamente iguales en peso, forma, etc. En otras palabras,
cada partícula de agua es igual a toda otra partícula de agua, cada partícula
de hidrógeno es igual a toda otra partícula de hidrógeno, etc…”
De esa forma, nuestro científico
decimonónico nos muestra como sus argumentos son racionales y lógicos, a pesar
que resultan “casi imposibles de concebir”. Sin embargo, las pruebas indirectas
por medio del peso, de la densidad de los cuerpos, así como las herramientas
necesarias para estudiar y separar los gases, de la mano con una incansable
labor de investigación por años, que buscaba explicar la realidad estudiándola
a detalle y sugiriendo modelos explicativos han sido la clave para el
espectacular desarrollo de la ciencia e ingeniería química.
Sin embargo, este progreso
teórico también necesitó ajustes y por ello el profesor Katz muestra los
aportes de otros investigadores como Joseph Louis Gay-Lussac y de Lorenzo
Romano Amadeo Carlo Avogadro. Ambos contribuyeron a solucionar futuros
problemas e incógnitas que la evolución del modelo explicativo iba encontrando.
Al final, fueron los aportes de diferentes personas lo que permitió crear una
teoría de validez “universal”. Por ello es que en la hipótesis de Dalton
resumida por Chang, encontramos aseveraciones de carácter cuantitativo, las
cuales no aparecen en el caso de la hipótesis del paisaje.
Las hipótesis y modelos en
geografía
En el libro “Theoretical
Geography” de William Bunge, este autor se pregunta: “¿Pueden los científicos
confiar en tener éxito si toman prestadas teorías originariamente inventadas en
otros campos del conocimiento? Sin duda, por muy poco plausible que pueda
parecer. Es un hecho comprobado que una vez que la teoría ha sido producida, ha
sido a menudo utilizada para una variedad de temas. En este sentido, existe
unidad de conocimiento”[4].
Los ejemplos que propone William
Bunge son una analogía entre el equilibrio de mercados espacialmente separados
y el comportamiento de la electricidad (Enke); otro ejemplo es un modelo
continuo de transporte basado en las ideas de la hidrodinámica (Beckmann).
Entonces, si la geografía viene
desarrollando hipótesis y modelos basándose en la estructura de las hipótesis y
modelos de otras ciencias podemos considerar que la transferencia desde la
química hacia el estudio del paisaje de la teoría atómica es perfectamente
válida. Sin embargo, lo que debemos medir no es la transferencia en si misma,
sino la utilidad del modelo en la descripción-predicción de su objeto de
estudio. He ahí donde se encuentran nuestras discrepancias.
Los posibles errores de los geo-paisajistas
tradicionales
Los geo-paisajistas
tradicionales, desde Carl Troll hasta George Bertrand (aunque vale agregar que
cada uno tiene algunas opiniones distintas) consideraban que la hipótesis del
paisaje arriba esbozada era cierta.
El problema fue la manera
caprichosa como algunos de ellos quisieron demostrar sus ideas. En el caso de
Bertrand, como demostramos en un texto anterior, no consideraba que había
necesidad de hacer análisis, por lo que sugería que el paisaje había que
estudiarlo como un todo sin segmentarlo. Y he ahí su gran error.
Mientras en química no temían al análisis y buscaron la unidad
indivisible hasta encontrarla y generar una serie de argumentos lógicos para
explicar sus propiedades, los geo-paisajistas odiaban el análisis y creían que
más allá de una escala determinada ya no se debía estudiar su objeto de
estudio: el paisaje. Esa diferencia con los procedimientos químicos marcaron un
derrotero completamente distinto en ambas hipótesis. Al parecer entonces, el
problema fue metodológico antes que de la hipótesis general. Sin embargo, la
hipótesis general puede también ser incorrecta, pero solo podrá saberse si se
hacen las pruebas haciendo investigación sobre paisajes sin temor a recurrir al
análisis.
Una aclaración epistemológica
De acuerdo con Albert Einstein, en
un artículo escrito sobre Bertrand Russell, el destacado físico de la
relatividad nos dice:
“En la evolución del pensamiento
filosófico a través de los siglos ha desempeñado un papel decisivo la cuestión
siguiente: ¿Qué conocimiento puede proporcionar el pensamiento puro con
independencia de la percepción sensorial?”[5]
Esta
pregunta es fundamental para comprender la naturaleza del pensamiento
científico y su papel para elaborar modelos sobre la realidad aun teniendo un
conocimiento parcelario de la realidad misma. Es decir, ¿cuánto necesitamos de
empirismo y de contacto con la realidad para emprender la tarea de elaborar la
hipótesis?
Lo que
sugiere como respuesta Einstein es que en esa pugna entre empirismo e
idealismo, se priorizaban los extremos gracias a que era muy difícil
consensuar, y porque la razón pura –la cual fue analizada por Kant en su
crítica a la razón pura, aunque Einstein le atribuye un mejor análisis a Hume-
aplicada por muchos filósofos griegos había traído una serie de problemas por
desconectarse de la realidad misma. Sin embargo, Einstein nos dice que una vez
avanzados en el área de la investigación empírica, la necesidad de reflexión se
va tornando más importante y en muchos casos adquiere mayor preponderancia que el
empirismo mismo. En esa línea, Albert Einstein concluye su reflexión sobre
Russell indicando que este filósofo había comprendido esta idea, sin embargo aún
se resistía a aceptarla completamente. Empirismo e idealismo, son dos
comportamientos que deben complementarse.
El caso de
la geografía
En el caso
de la geografía, estos aportes de Einstein son relevantes ya que una hipótesis
no debería ser desestimada meramente por haber surgido de una reflexión
profunda antes que de una recopilación de campo detallada. El desarrollo
mental, sea analógico o completamente nuevo, es necesario y recomendable. Sin
embargo, en la geografía nos hemos dejado llevar por un requisito innecesario
de las hipótesis y teorías científicas, a saber: la plausibilidad. La hipótesis
del paisaje, antes que comprobada, nos resulta plausible a priori –antes de la
experiencia- y no ha reportado mayores análisis ni críticas por parte de muchas
generaciones de geógrafos que aceptan sin mayor dubitación sus conclusiones y
argumentos. Por ejemplo, Claudia Baxendale reconoce que lo elaborado por los
geo-paisajistas son parte de la base de los estudios para el “ordenamiento
territorial”.
“Así entonces bajo esta visión sistémica los paisajes
son utilizados como unidades básicas en proyectos de ordenamiento territorial
para el análisis, diagnóstico y propuesta del modelo de uso del territorio”[6].
Lo
relevante es que se trata de una geógrafa orientada a la investigación con
sistemas de información geográfica vinculada fuertemente a los aportes de la
geografía cuantitativa quien ampara y considera estas endebles consideraciones
sobre el paisaje provenientes de los geo-paisajistas, a pesar de haber indicado
algunas salvedades y distanciarse algo de los mismos.
De otro
lado, también encontramos voces críticas como la de Roger Brunet, o intentos de
unificación entre las diferentes escuelas de pensamiento, como es el caso del
cubano José Mateo Rodríguez, donde podemos encontrar una importante polémica y
análisis, sin que lleguemos a un replanteamiento de la hipótesis, sea porque
debemos desecharla o redefinirla.
En
cualquier caso, como indicábamos, la plausibilidad, un requisito que según
William Bunge confundió a Kant y lo llevó a decir que los seres humanos hemos
nacido con ciertos poderes para distinguir lo real de lo no real, no es otra
cosa sino la intuición y la aculturación. Estas son las causas de que nos sea más
natural o fácil interpretar la realidad de una manera determinada, a eso le
llaman plausibilidad, y el problema es que los geógrafos aun no salimos de este
charco, que por la duración ya casi parece un pantano. Con estos textos se
pretende dar un paso en esa dirección.
Conclusión
La
hipótesis del paisaje en la geografía mantiene una estructura semejante a la de
la teoría atómica, sin embargo el pensamiento analógico y la plausibilidad se
impusieron para difundir sus conceptos como si fueran verdades o teoría antes
que la investigación metódica que hiciera lógica la descripción-interpretación-predicción
del paisaje.
Las
investigaciones en otras ciencias muestran mucha dedicación por el análisis y
se suele dejar de lado aspectos caprichosos respecto a la escala en la que debe
trabajar el investigador.
Resulta
revelador el hecho que debemos encontrar un equilibrio entre desarrollo mental
y empirismo, sin temor a tomar la estructura de hipótesis y teorías de otras
disciplinas, con el cuidado necesario para estudiar hechos de la realidad
geográfica.
Otro gran
problema es que el desarrollo mental de conceptos de los geo-paisajistas ha
sido excesivamente vinculado a la teoría atómica y no ha tenido el cuidado
suficiente por falta de lógica (filosofía), por aspectos caprichosos o
discrecionales (como negarse al análisis creyendo que las unidades indivisibles
de paisaje ya no pueden subdividirse, como si fueran átomos reales), o por
falta de tecnología (es posible que con el avance de la fotografía y la
tecnología satelital pueda avanzarse mucho en el estudio del paisaje). Sin
embargo, a la luz de lo que se viene realizando en investigación, es claro que
debemos hacer un deslinde con las erróneas elaboraciones de los geógrafos del
siglo XX, particularmente con los geo-paisajistas.
[1] CHANG, Raymond; “Química”, 9° ed.;
McGraw-Hill Interamericana, 2007, pág. 42
[2]
Para mayores referencias sobre Miguel Katz pueden revisar su bitácora de
artículos en pdf: http://institutojvgonzalez.buenosaires.edu.ar/quimica/material/katz.html
O también leer como un diario argentino lamentaba su
fallecimiento tras una serie de aportes en su campo de estudio: http://www.lagaceta.com.ar/nota/513819/tucumanos/dr-miguel-katz.html
[3]
KATZ, Miguel; “Epistemología e Historia de la Química – Curso 2011”, pág. 90.
[4]
GÓMEZ, Josefina; et al; “El Pensamiento geográfico”, Alianza Editorial, 1982
(1988 - 2° edición) pág. 404.
[5]
EINSTEIN, Albert; “Mis creencias”, Ed. El aleph, 2000
[6] BAXENDALE,
Claudia; “El estudio del paisaje desde la Geografía. Aportes para reflexiones
multidisciplinarias en las prácticas del ordenamiento territorial”, Fronteras
9:25-31, 2010.