Autor: Alex Marcelo Carrillo Díaz
Geógrafo
“¡Alumna! piense antes de hablar”, exclamó implacable la profesora Alicia1. Por aquel entonces, asistir a una clase de Geografía en la Universidad San Marcos era básicamente oír un recuento de fenómenos ambientales antes que una invitación a pensar las bases de la disciplina. En medio de esa parsimonia, las clases de la profesora Alicia eran un espectáculo reflexivo brutal, cruel y déspota, filosófico y profundo, respecto a qué es la geografía. “Si contestabas mal, te lanzaba al piso de un comentario”, recordó una compañera. A despecho de su apariencia dócil, su mirada creaba tensión. Era tan seria que cuando sonreía, todos sonreían con ella, y su sonrisa era el tema de conversación ni bien terminaba la clase. Muchos geógrafos nunca encontraron atisbo alguno de felicidad en su expresión. Su apariencia, su peculiar complexión, nos la mostraba delgada, mas no flaca. Siendo de baja estatura, parecía pequeña, pero extrañamente también parecía ancha y fuerte. A semejanza de su personalidad, su apariencia era inencasillable, contradictoria. Acaso lo menos polémico haya sido su cabello: lacio, corto y negro. Su voz robótica se asemejaba a la de un androide o un cyborg, a una IA2. Caminaba velozmente y parecía siempre ocupada. Más valía no detenerla, porque de hacerlo, sentías la insoportable sensación de que eras un estorbo en su camino, en su rutina, en su vida. Así se nos aparecía la profesora Alicia Huamantinco, geógrafa sanmarquina, quien entre los años 2008 y 2012, siendo nuestra profesora, rebozaba de vitalidad. Una vitalidad que no perdió incluso en sus últimos días en el año 2023, gracias a su pasión por la enseñanza. Decidió tomar una pausa en su labor docente, debido a la enfermedad, pero la pausa se convirtió en el preámbulo del adiós a su ajetreada vida como intelectual.
Alicia Huamantinco brindando una charla o conferencia |
Al ver su restos en el ataúd, resultó difícil de reconocer. Delgadita, de cabello largo y cano, lucía frágil. Muy distinta a la dama de hierro que en vida fue; parecía, antes bien, una damita anciana de la sierra peruana. Y este final podría encerrar un mensaje subliminal. Alicia Huamantinco fue una geógrafa crítica, es decir, no solamente transmitía sus observaciones sino también opiniones. O, dicho de otra forma, más que opiniones utilizaba un conjunto de conceptos que en sí mismos muestran relaciones jerárquicas y de abuso de un grupo social sobre otro. No todos los científicos verían con buenos ojos ese estilo. En sus textos, el uso del lenguaje crítico muestra una aparente tendencia a ponerse del lado de los más pobres, quienes, en muchos casos, en nuestro país, tienen una apariencia famélica. La imparcialidad del lenguaje le importaba poco. En un artículo académico sobre Chosica, junto a Tito Sihuay, escribieron:
“Para el sector privilegiado, el lugar sigue siendo atractivo por el clima y paisaje; los límites sociales respecto a la población de menores recursos parten de una relación de dominio y superioridad social, y los límites físicos se materializan en el espacio con la instalación de altos muros y cercos. La aparición de sectores medios en general no ha representado posibilidades de integración; salvo la relación entre algunos barrios de clase media y barrios populares. Pero, en general, la clase media alta se comporta de manera marcadamente excluyente con los sectores socialmente por debajo de ellos”3 (Huamantinco y Sihuay, 2012).
Efectivamente, estaba del lado de los trabajadores y sectores pobres, fruto de su formación sanmarquina o, seguramente también, de estudiar una maestría en la Unión Soviética. El doctorado en Brasil fortaleció y actualizó sus ideas críticas conociendo la obra de Milton Santos, quien ejercía una importante influencia en la geografía brasilera e hispanohablante. Sin embargo, en su interacción con las personas no parecía socializar, no era una persona de pueblo en una forma dicharachera, es decir, amena, ocurrente o que abordaba temas insustanciales. No sé si podría haber sido capaz de mantener una conversación con una persona no cualificada (o con una persona cualquiera, en realidad). Friedrich Nietzche, de haberla conocido, la vería más bien como una ejemplar representación de su super-hombre, alguien que entrega la vida diariamente en una batalla a muerte solo por el prestigio.
La doctora Huamantinco era capaz de pelearse si alguien la contrariaba, independientemente del valor de los argumentos de su contraparte. Podía enfurecerse y destruir todo a su alrededor, en sentido figurado. Había que ser muy cauteloso para opinar en su presencia. Y no solamente encaraba a los estudiantes de pregrado, como al compañero de aula a quien le recomendó que se dedique a otra actividad menos a la geografía4. En el postgrado, alguna vez ninguneo el trabajo de muchos profesionales simplemente porque sus documentos contaban con muy pocas páginas, a lo que un geógrafo le interpeló que antes de opinar sobre sus trabajo por lo menos los leyera. Se enfrentó también a un profesor de química, en un evento de investigadores llevado a cabo en un auditorio de la facultad de Economía de la UNMSM5. El profesor le espetó que su metodología de investigación no alcanzaba a ser objetivamente científica. La respuesta de la profesora, levantando la voz y acallando a su colega, fue bochornosa para quienes lo presenciamos. Pero más sorprendente fue que al acabar su ponencia se nos acerque y nos trate con un inusitado cariño por estar ahí, como si fuéramos más que sus alumnos, sus parientes. Fue la única vez que la oí dulce y apacible.
Ante todo esto, surge una pregunta. Alguien con esa personalidad, ¿cómo pudo tener tantos discípulos y seguidores? ¿cómo llegó a ser tan reconocida y valorada? ¿cómo logró liderar un grupo de estudios? Su velorio estuvo repleto de lágrimas y hermosos mensajes de despedida. No había espacio para un arreglo floral más, ¿qué hizo para lograrlo?
Velorio de la geógrafa Alicia Huamantinco Araujo |
Creo que hay una mezcla de razones. Primero, la profesora te retaba6. Preguntaba, ¿qué es un estudio geográfico? Qué nos hace originales a los geógrafos, qué nos distingue del resto de científicos. Te pedía sugerencias, te invitaba a pensar. Siempre decía que los geógrafos periódicamente regresaban a esa pregunta ¿Qué es la geografía? No parecía que ella tuviera una respuesta definitiva, sino más bien una intuición de lo que era la geografía. Para ella, la geografía era la representación espacial de casi cualquier clase de evento. En su caso, como profesora de geografía humana, trataba de entender cómo un hecho social, tenía efectos en el espacio, sea en el paisaje, o en la accesibilidad, o en otro aspecto.
“El espacio geográfico es producido por la sociedad, con sus acciones que se suceden en el tiempo. Los espacios se diferencian entre sí porque sociedades diferentes ejercen acciones diferentes y por consiguiente, producen lugares diferentes” (Huamantinco, 2016).
Sin embargo, esta respuesta, dejaba otras dudas: ¿Teníamos que estudiar el espacio geográfico como efecto de los hechos sociales o podíamos abordarlo como una posible causa? ¿ambos tipos de investigación serían considerados “geográficos”? Así como estas, surgían muchas otras preguntas en sus clases ¿Cuál es la escala mínima o máxima a la que trabaja la geografía? La respuesta que ella sugería podía no convencernos, y no hacia más que avivar nuestra curiosidad y el debate. Lo valioso es que no teníamos que creerle, o al menos, así lo sentíamos. Es un poco contradictorio, pero eso pasaba.
Otra de sus cualidades consistía en enviar a sus alumnos a realizar trabajos de campo, sin ninguna herramienta más que ciertos conceptos mostrados en clase y su capacidad de observación. Ella confiaba en la capacidad de observación del estudiante. Y era una confianza fuerte. Como la que tenía el David de Miguel Ángel, cuando iba a enfrentarse a Goliat: desnudo, armado solo con una honda y su fe en Dios. Así nos enviaba al campo a entender la geografía. La fe era bidireccional: de ella hacia nosotros, y de nosotros en sus ideas. Y ese es otro rasgo clave, confiaba en los alumnos, creía que podían aportar grandes cosas. En momentos como ese, pasaba de ser una líder autoritaria, a ser una optimista y alentadora catedrática, como pocas. Era extremista.
Escultura "El David" de Miguel Ángel Buonarroti |
Entonces, quizá hemos hallado una clave. Parece que las personas necesitamos reconocimiento y validación de nuestros superiores. Cuando alguien de nuestro nivel o considerado inferior a nosotros mismos, nos felicita, muchos no le prestarán el valor que merece ese elogio. Pero si se trata de alguien superior, alguien a quien le cuesta sonreír, que es sumamente rígido, y esa persona nos logra reconocer, puede ser el mayor de los premios. No defraudar la confianza depositada en uno.
En cuanto a su metodología, estaba convencida en el poder del dato. No sentía pena en organizar una tesis en base a una entrevista de campo. Un dato podía pesar más que una estadística. Mostraba explicaciones a partir de ciertos diálogos que sostenía en una comunidad campesina o en alguna urbanización. Por eso el profesor de química, dado a la experimentación y el margen de error estadístico, cuestionó sus métodos. No solo eso, la profesora era peculiar, fuera de lo ordinario. No exigía citas por doquier en un texto, es más, ni siquiera nos pedía que escribiéramos. En sus propios trabajos escritos, solamente cita las teorías de autores sin preocuparse por lo “antiguas” que fueran, mientras que las ideas convencionales (lugares comunes para ella, no necesariamente para todos) las incluía sin citar a nadie. Contrasta notablemente con las técnicas actuales que exigen citas por doquier y de una antigüedad no mayor a cinco años. En su propia metodología, radicaba la esperanza depositada en sus alumnos cuando los enviaba a campo, porque creía sinceramente en esa forma de proceder, en el dato de campo, en los estudios “locales”. Es revelador que su artículo sobre redes y estructura espacial, concluya citando a Milton Santos diciendo:
“En el nivel local es «donde fragmentos de la red ganan una dimensión única y socialmente concreta, gracias a la ocurrencia, en la contigüidad, de fenómenos sociales agregados, basados en un acontecer solidario, que es el fruto de la diversidad y en un acontecer repetitivo, que no excluye la sorpresa»” (Huamantinco, 2016). Sin duda, la profesora era una amante de la sorpresa geográfica. La sorpresa revela la complejidad inasible, obviada, por las grandes teorías, y que en muchos casos, puede ser el eslabón para encontrar una nueva o mejor respuesta en una investigación.
Aparte, era dada a alimentar cierto ego entre los geógrafos. Nos hacía sentir superiores, lo repetía constantemente. La geografía por encima de todo y todos. Es algo que cualquiera objetaría como narcisista o desconectado de los aportes reales, los aportes al conocimiento. Golpearse el pecho y repetir que vales la pena no basta para ser respetado en el mundo de la ciencia (el retraso de la geografía no se puede tapar con un dedo), pero sí tiene un efecto psicológico-motivacional: una forma de dignidad que, en los momentos más duros, puede darte una motivación. “¡Haré este sacrificio por la geografía!”. No es algo baladí. Sin personas dispuestas a sacrificarse, no hay progreso. Acaso esa dignidad es lo que diferencia a los geógrafos de los ingenieros geógrafos.7
Por ende, parece que un aporte legendario, el legado de un intelectual, entremezcla el acerbo intelectual y también una determinada manifestación del carácter de la persona. Como lo sugirió Sarah Bakewell respecto al valor superior de los pensadores por sobre sus ideas:
“Cuando leí por primera vez a Sartre y a Heidegger, no pensé que los detalles de la personalidad o la biografía de un filósofo fuesen importantes. Esa era la creencia ortodoxa en el campo, por aquellos tiempos, pero también procedía del hecho que yo misma era demasiado joven para tener mucho sentido de la historia. Me intoxiqué con conceptos, sin tener en cuenta su relación con los hechos y los curiosos datos de la vida de sus inventores. Las vidas no importaban, lo importante eran las ideas. Treinta años más tarde he llegado a la conclusión opuesta. Las ideas son interesantes, pero la gente lo es mucho más” (Bakewell, 2016, 258).
De una manera luctuosa, la partida de la profesora nos revela algo que de otro modo toma 30 años en entenderse. A los jóvenes geógrafos que la conocieron quizá les tome menos tiempo. Pero, a las generaciones que no la conocerán, qué geografía les espera.
Ahora que la doctora Alicia Huamantinco ha partido, la Escuela de Geografía peruana ha perdido a una de sus más grandes geógrafas. La ausencia de su pensamiento, la desaparición de sus ideas, que tan fervorosamente defendió, dejarán un vacío muy grande, tanto en lo académico como en lo motivacional. La escuela de geografía ¿será capaz de sustituirla? Ahora es evidente que dependemos solo de nosotros, como el David de Miguel Ángel, desnudos, tan solo con nuestra capacidad de observación y nuestra fe en encontrar respuestas sorprendentes, que solo la geografía es capaz de desentrañar. ¿Podremos con esa tarea? No sería justo equivocarse. Sancte Alicia, ora pro nobis.
BIBLIOGRAFÍA
Bakewell, S. (2016) En el café de los existencialistas. Sexo, café y cigarrillos o cuando filosofar era conmovedor. Ed. Ariel
Huamantinco, A. (2016) Redes y estructura espacial, su papel en el desarrollo. Investigaciones Sociales, Vol. 20 N.º 37, pp. 241-248 – Universidad Nacional Mayor de San Marcos - IIHS
Huamantinco, A., Sihuay, T. (2012) La diversificación del mapa social en la periferia este de Lima Metropolitana. Segregación socioespacial y el papel de las características del lugar. Paideia XXI, Vol. 2, N.º 3, pp. 101-114 – Universidad Ricardo Palma
NOTAS
1 La alumna aludida es Carla Muñoz Neyra, quién recordó la anécdota, probablemente en una clase del curso Geografía Económica.
2 IA. Inteligencia artificial.
3 Hay algo contradictorio en este punto, si bien la profesora Huamantinco criticaba a la clase social media-alta por ser excluyente, ella misma lo era de alguna manera en el aula. Nunca pareció ser el tipo de profesora que deseaba tener muchos estudiantes y por momentos parecía que quería ahuyentar a la mayoría del estudiantado para quedarse con una élite minoritaria. Aunque, valgan verdades, eso ocurrió en los primeros cursos de la carrera, no en los últimos.
4 Me pidió que mantenga en misterio su nombre.
5 UNMSM: Universidad Nacional Mayor de San Marcos
6 Nicole Moreno fue quien se refirió a la profesora en esos términos. La profeora Alicia te retaba.
7 Es importante recordar que no todo es de color de rosa. Las opiniones marcadas pueden tener efectos nocivos como positivos sobre las diferentes generaciones de estudiantes. De una misma idea fuerte puede surgir la tolerancia o la intolerancia, el amor o el odio. Depende de la capacidad intelectual y emocional de cada uno.