Lima.- 21 de Diciembre del 2014
Daron Acemoglu y James A. Robinson son los autores del libro
“Por qué fracasan los países. Los orígenes del poder, la prosperidad y la
pobreza”. Este texto fue publicado en el 2012, año en el que diversos analistas
seguían estudiando el alcance que tendrían las revueltas sociopolíticas
pro-democráticas en Túnez, Egipto, Libia y Siria; acontecimiento conocido como
la primavera árabe. Al inicio de esta publicación, a modo de preámbulo, los
autores toman el caso de la primavera árabe como un “punto crítico” a partir
del cual cabría esperar un posible despegue social y económico como
consecuencia del triunfo de la democracia y de sus instituciones inclusivas en
estos países. Esta idea de la democracia relacionada a la prosperidad es
abordada a lo largo de todo el libro tomando como temas de estudio la historia
política y social de diferentes países en diferentes épocas.
El libro se compone de 439 páginas y está organizado en 15
capítulos, que abordan, como indicamos, el mismo problema: ¿Por qué algunos
países son prósperos y otros no? Las respuestas que encontramos son
interesantes e importantes ya que brindan una visión cosmopolita. Los autores nos
brindan en esta quincena de capítulos, una serie de acontecimientos ocurridos
en todo el orbe, sustentados historiográficamente con apoyo de material
cartográfico. Muestran lo ocurrido tanto con el tráfico de esclavos en Etiopía
como lo acaecido con las leyes laborales en la Unión Soviética, lo ocurrido con
los inicios de la democracia en Venecia así como con la Revolución gloriosa en
Inglaterra, entre muchos casos más. Es decir, es un libro adecuado para quienes
buscan información “dura” expresada en una forma simple. Quizá por ello haya
recibido tantas menciones honrosas por parte de varias personalidades
académicas, como lo pronunciado por el premio nobel de economía George Akerlof,
quien se refiere a esta publicación con las siguientes palabras: “Consideramos
que La riqueza de las naciones, de
Adam Smith, es un clásico imperecedero. Dentro de dos siglos, lo mismo pensarán
de Por qué fracasan los países”.
Sin embargo, la importancia no radica solo en el
cosmopolitismo y el lenguaje simple de los autores sino también en que buscaron
demostrar una regularidad histórico-social: la prosperidad de los países que
adoptaron la democracia liberal. En la línea de quienes estudian la historia
política tomando como eje la evolución de la democracia liberal, en este libro
podemos encontrar mucha información valiosa para entender la evolución
económico-social de los países demo-liberales y comparar su desarrollo con lo
ocurrido en otras partes del mundo.
A lo ya mencionado hay que agregar dos conceptos clave en la
obra de Acemoglu y Robinson: 1. Punto crítico y 2. Deriva institucional. El
primero se refiere a los acontecimientos fuertes que pueden cambiar el curso de
la política bruscamente, como es una revolución, la muerte de un líder, una
guerra, etc. Mientras que la deriva institucional se refiere al camino
“natural” que le corresponde seguir a una nación determinada en función a las
políticas que sus gobernantes hayan decidido aplicar.
Gracias a estos dos conceptos, la revisión del texto nos
permite comprender cuán parecidos en lo institucional eran los Estados de la
Europa medieval (parecido que se reflejaba en su economía y estado tecnológico),
y cómo fueron algunas pequeñas diferencias –marcadas por puntos críticos- las
que llevaron a una deriva institucional que progresivamente separó al mundo
próspero del mundo pobre que hoy conocemos. Lo que concluyen los autores es que
el resultado económico-tecnológico-social del presente lo encontramos en el
pasado en "pequeñas" diferencias institucionales, y que el legado que le corresponde a los
países donde no se implantó el liberalismo tempranamente o donde simplemente no se
implantó, no sea tan bueno como el dejado por los países pioneros en adoptarlo, desde Europa
Occidental hasta Estados Unidos y otras latitudes.
Entonces, la conjunción encontrada en el libro entre
historiografía + cosmopolitismo + evolución de la democracia liberal =
Comprensión de la prosperidad mundial, es buena. Sin embargo, esta idea, como casi todas con contenido
político-ideológico, tiene detractores. Aquí no nos encargaremos de
polemizar la ideología (sistema de valores y ética) que supone aceptar como
cierta la hipótesis de los autores que la democracia liberal trae prosperidad.
Lo que discutiremos es una parte de su libro propiamente teórico-metodológica,
referente al fracaso de la hipótesis geográfica para “explicar el devenir de
los acontecimientos humanos”.
Teorías que no funcionan
Los autores consideran que existen elaboraciones hipotéticas
que no explican satisfactoriamente la desigualdad mundial. Critican
principalmente tres, las cuales son 1. la hipótesis geográfica, 2. la hipótesis
de la cultura y 3. la hipótesis del conocimiento. Nos centraremos en la
primera, la hipótesis geográfica. Al respecto, Acemoglu y Robinson indican:
“Una teoría ampliamente aceptada
de las causas de la desigualdad mundial es la hipótesis de la geografía, que
afirma que la gran brecha entre países ricos y pobres se debe a las diferencias
geográficas. Muchos países pobres, como los de África, América Central y el sur
de Asia, se encuentran entre los trópicos de Cáncer y Capricornio. En cambio,
los países ricos suelen estar en latitudes templadas. Esta concentración
geográfica de la pobreza y la prosperidad da un atractivo superficial a la hipótesis
geográfica, que es el punto de partida de las teorías e ideas de muchos
sociólogos y expertos. No obstante, no por eso está menos equivocada”[1].
La idea expresada es clara. Aun cuando existe una
distribución geográfica agrupable de la prosperidad, esta distribución no
respondería a causas espaciales. Es decir, el mundo pudo presentar una
distribución diferente, e incluso inversa, donde la prosperidad se presente
entre los trópicos y la pobreza en el norte. Pero ¿Es segura esa idea? ¿El
medio donde se desarrollan las sociedades no tiene alguna influencia para
determinar el desarrollo de la civilización y sus instituciones? Según los
autores, el medio (clima, recursos naturales, insectos, plantas, animales, que
se encuentran en el entorno ocupable de las poblaciones) no cumple un papel
principal, sino absolutamente
secundario o insignificante.
Crítica a la geografía y sustento de la hipótesis política
Los autores indican de modo acertado que muchos países tropicales
hoy han pasado a vivir un auge económico, como Singapur, Malasia y Botsuana, lo
cual contradiría, en su opinión, la hipótesis geográfica.
Además reconocen que no solamente critican a los
deterministas en materia de variables físicas –como quienes afirman que la
temperatura o la humedad impactan en el desarrollo civilizacional- sino también
a quienes insertan a la biósfera entre los factores limitantes, como las plagas
de insectos y enfermedades tropicales, así como el rápido desgaste del suelo
que impide el desarrollo de una agricultura intensiva en territorios de selvas tropical. En opinión de Acemoglu et al (2009), estos factores no son ni
necesarios y menos suficientes para determinar el desarrollo de la prosperidad[2].
Para demostrar que no tiene sentido creer que el medio condiciona la aparición y desenvolvimiento de la prosperidad citan el caso de Nogales, una zona limítrofe entre Estados Unidos y México,
dónde encontramos bienestar en el lado estadounidense y pobreza en el mexicano,
siendo dos medios prácticamente iguales, salvo porque pertenecen a diferentes
países. Es decir, una barrera político-administrativa desencadenó derivas
institucionales que ensancharon las diferencias
económicas-tecnológicas-sociales a lo largo de los años entre Estados Unidos y
México, quedando de lado –sin importancia alguna- el papel que cumplía el
potencial natural del medio. Otro caso semejante es el de Corea del Norte y
Corea del Sur, que sirve de ejemplo para indicar como dos países, que en el
pasado reciente eran uno solo, presentan grandes diferencias en cuanto a
crecimiento económico y calidad de vida.
Los autores agregan a su crítica, una visión histórica, que
busca reflejar lo que ocurrió con el devenir de la prosperidad en el mundo en
relación con la distribución de determinados recursos naturales, como los
cultivos, para señalar que no hay relación entre ambas. Jared Diamond es quien
defiende la hipótesis según la cual fue el acceso a la diversidad de cultivos
lo que marcó la desigualdad mundial. Sin embargo los autores responden
indicando que muchos de los países donde se inició la agricultura ahora son
pobres (Medio Oriente) y que aquellos países que acogieron las innovaciones
agrarias no vieron crecer su economía tanto como otros países donde triunfaba
el liberalismo:
“La renta media de un español
era probablemente menos del doble que la de un ciudadano del Imperio inca. La
tesis de Diamond implica que, una vez que los incas hubieran estado expuestos a
todas las especies y tecnologías resultantes que no habían sido capaces de
desarrollar por sí mismos, deberían haber alcanzado rápidamente el nivel de
vida de los españoles. Sin embargo, no ocurrió nada de esto. Al contrario, en
los siglos XIX y XX, apareció una brecha mucho mayor en las rentas entre España
y Perú. Actualmente, el español medio es más de seis veces más rico que el
peruano medio. Esta brecha en las rentas está estrechamente relacionada con el
reparto desigual de las tecnologías industriales modernas, pero no tiene mucho
que ver con el potencial de domesticación de animales y plantas ni con las
diferencias de productividad agrícola intrínseca entre España y Perú”[3].
Fig. 1 Distribución histórica del arroz, el trigo y la cebada silvestres (Extraída del libro "Por qué fracasan los países" de Acemoglu et al 2009) |
Fig.2: Distribución histórica de bovinos y cerdos salvajes (Extraída del libro "Por qué fracasan los países" de Acemoglu et al 2009) |
Más adelante agregan que esta desigual repartición de la
tecnología se debió a que Perú vivió bajo un sistema político extractivo que no
respetaba los derechos de propiedad de las personas, con un sistema jurídico
parcializado –donde los nobles podían comprar impunidad- con trata de personas,
esclavos, siervos, donde los nobles no querían perder las facilidades
monopolísticas que la corona les brindaba, anulando de esa forma la
competencia, la innovación y, en consecuencia, el desarrollo.
En otras palabras, los autores nos dicen: ¿Qué importancia
tiene la geografía? Una importancia baja o nula. En su opinión todo se trata de política, de puntos críticos
que cambian la historia de los países desde instituciones extractivas hacia
instituciones inclusivas, y que estos puntos críticos dependen de
circunstancias aleatorias, indeterminadas. Textualmente, para Acemoglu et al (2009) “los países pobres
lo son porque quienes tienen el poder toman decisiones que crean pobreza”[4].
Entonces, cabe preguntarse, ¿cómo aparece el gobierno pluralista y la
generación de riqueza? Nos responden de la siguiente manera, ejemplificando el
caso del surgimiento del pluralismo en Inglaterra:
“Su aparición, en parte, se debió
al devenir circunstancial de la historia.
(…) El camino del gran cambio institucional fue, como siempre, no
menos fortuito que el resultado de otros conflictos políticos. (…) Por
consiguiente, en este caso, la fatalidad
y una amplia coalición fueron factores decisivos para la aparición del
pluralismo y las instituciones inclusivas”[5].
(Las cursivas son nuestras)
¿Fueron factores circunstanciales –una fatalidad- los que
crearon la democracia y la prosperidad? ¿Esa misma mala fortuna fue la que
finalmente estancó a los países pobres? ¿El medio no tiene algún papel en todo
esto?
Continuará...
[1] Pág.
60-61.
[2] En
realidad, Acemoglu et al (2009) se
contradicen más adelante en el texto, cuando afirman que la peste negra fue una
epidemia de magnitud principal para cambiar el statu quo demográfico europeo,
lo cual llevó a un cambio en las relaciones señor-siervo, generando los inicios
del capitalismo, con lo que queda sin sentido sus críticas a los factores
infraestructurales (entre ellos la geografía) distintos a las instituciones
políticas para promover cambios en pro de la prosperidad.
[3]
Pág. 64
[4]
Pág. 79
[5]
Pág. 219